Hace cerca de 20 años, Alan García convocó a Palacio a Carlos Malpica y al suscrito –entonces senadores– para que lo apoyemos en el proyecto de estatización de la Banca que había planteado y estaba en pleno debate en el Senado después de su aprobación en la Cámara de Diputados. Era la primera vez que hablaba personalmente con él durante su gestión. Sustentó la necesidad de la medida en que había dado toda clase de beneficios a los empresarios nacionales (dólar MUC, beneficios tributarios, incentivos y contratos) pero que éstos –y especialmente los más poderosos, conocidos como los 12 apóstoles– no invertían y que la banca era un cuello de botella para reactivar la economía que ya comenzaba a dar muestras de la crisis que llevaría al país a más de 7,600% de inflación anual en 1990. Le dijimos entonces que respaldaríamos una democratización del crédito, con presencia de los sectores productivos, comerciales y laborales en los directorios de los bancos, y con una política de apertura de crédito a la pequeña y micro empresa, pero no una apristización de la Banca. A final, los apristas encarpetaron el proyecto.
Eran otras épocas. El primer gobierno de García, el García aprista, con memoria histórica. Y es que, cuando el APRA irrumpió en la escena política nacional, en las primeras décadas del Siglo XX, lo hizo como expresión de las fuerzas que planteaban un cambio del viejo orden. Luego del anarquismo, nuevas fuerzas tomaron la lucha contra el Estado oligárquico y excluyente, por un nuevo orden con la plena incorporación de los trabajadores asalariados y las clases medias a la vida social y política nacional, la justicia social, la construcción soberana de la nación, la unidad latinoamericana contra la dominación imperial del gran capital extranjero. Entonces, José Carlos Mariátegui articulaba a intelectuales, trabajadores y campesinos (impulsando la prensa crítica con Labor y Amauta, organizando la CGTP y la Federación de Yanaconas) y fundaba el Partido Socialista en clara opción de cambio revolucionario. El APRA, que terminó liderando el alzamiento de Trujillo, fue, junto a los socialistas y marxistas (aunque desde perspectivas que se fueron diferenciando), una fuerza activa en ese proceso del Siglo XX. Los apristas acuñaron entonces el SEASAP (Sólo El APRA Salvará Al Perú), buscando señalar su confianza en que constituían el factor central del cambio.
Hoy, el APRA parece andar en otra cosa, por lo menos, su jefe máximo, Alan García. Como lo dice uno de los asesores económicos del fujimorismo en el MEF y desde el IPE, Fritz Dubois: "La coincidencia entre las recetas de García y las propuestas tanto en el Congreso de Confiep como en CADE van formando la base, por primera vez, para una agenda consensuada…". Culmina así un proceso que se hace evidente desde hace año y medio. García no es simplemente la cabeza de un gobierno aprista, sino de una alianza que incluye –en el manejo del gabinete, del Congreso y del Poder Judicial– al fujimorismo, la derecha política (UN) y –sobre todo– la derecha empresarial, liderada por los intereses mineros y los vinculados a la extracción de nuestros recursos naturales. Entre la primera y la segunda vuelta, García abandonó el programa aprista para pactar un programa y un gabinete continuista del modelo neoliberal impuesto por Fujimori, y ganar raspando frente a las propuestas y demandas de cambio con justicia social.
Ahora AGP, el primer actor nacional, ha sustituido el SEASAP por el SEMGESAP: "Solo El Mercado y La Gran Empresa Salvarán al Perú". La fórmula no es nueva: la vivimos durante buena parte de nuestra vida republicana con un Estado al servicio de grandes intereses privados, nacionales y –sobre todo– extranjeros, que se hicieron de nuestros recursos naturales a precio de huevo y se manejaron siempre con la tesis del cholo barato, con la butifarra y el aguardiente como herramientas de clientelaje electoral (hoy modernizado en los llamados "programas sociales" para repartir migajas en lugar de reconocer derechos), y de la criminalización de la protesta social. Como antes, tenemos ahora a personajes como José Chlimper amenazando con sacar a balazos a los "malnacidos" (claro, son obreros) portuarios (bajo dirección aprista) del Callao por reclamar se cumpla un acta firmada hace casi 2 años. Los gamonales de siempre parecen dispuestos a mostrarles a sus cholos cómo deben portarse si la Marina o la Policía no lo hacen. Y tienen un Presidente que se los garantiza.
Mientras América Latina lucha por el cambio, Bolivia recupera sus recursos naturales y sus riquezas a favor de la gente, Ecuador conquista una Constituyente para poner reglas sociales justas, y Venezuela hace que sus recursos petroleros sirvan al país, el presidente García camina a reunirse con Uribe, el Presidente vinculado a los narcoparamilitares. No hay duda, estamos ante el profeta que nos anuncia la vieja buena nueva: "Solo El Mercado y La Gran Empresa Salvarán al Perú".