Colombia: Indígenas entre el fuego cruzado
Los indígenas en Colombia somos tan sólo el 2 por ciento de la
población, por eso cuando matan a uno de nosotros nos quitan gran parte de
lo que somos. Aún así las soluciones son más escasas que nuestra
población. Si miramos a nivel de estructura gubernamental y de políticas
estatales no existe la costumbre de resguardar, de valorar y respetar las
culturas indígenas, pues por lo regular en nuestros territorios no hay
presencia del Estado, entonces las interpretaciones que hacemos nos
conducen a que no solamente ocurre una guerra a nivel de armas sino a
nivel ideológico.
En 1991 ya teníamos una experiencia de dos décadas tratando de
plantearle al Estado colombiano lo que queríamos ser. Sin embargo fue
hasta ese entonces, con la Constitución, que se formuló un Estado
multiétnico y pluricultural que se desvaneció con la práctica por no
existir un factor educacional que corrigiera la conciencia de los
colombianos. Ese desamparo se ve reflejado en dos puntos fundamentales que
se concatenan y responden a la pregunta de por qué matan a nuestros
líderes y de por qué el infortunio de las poblaciones indígenas.
Por un lado está el interés en las tierras. Antes nuestros territorios
sobresalían por los zancudos y su poca productividad. Sin embargo, con el
paso del tiempo, las multinacionales y el Estado comenzaron a descubrir
las riquezas que ahora el sistema añora para el desarrollo. Y no es que
estemos en desacuerdo con el desarrollo y el progreso, lo que criticamos y
tratamos de evitar son los procedimientos que se utilizan cuando se
ejecutan los megaproyectos, pues parece que exterminar pueblos para
adquirir territorios y explotar sus recursos se ha convertido en una de
las finalidades de las multinacionales. En ninguna parte del mundo esos
megaproyectos han dignificado al hombre, han valorado culturas ancestrales
y han respetado nuestra madre tierra.
Por otro lado cuando se involucra a los pueblos indígenas en el conflicto armado,
es tal el riesgo del que nadie es consciente, que se puede acabar con toda una
población comenzando por sus líderes. En aspectos como el idioma se generan
confusiones que terminan siendo un problema para todos los indígenas pues por el poco
entendimiento vienen las acusaciones y por ende las muertes. Los
paramilitares nos confunden con guerrilla y la guerrilla con
paramilitares. Los actores no investigan sólo van matando al indígena, y
es precisamente para eso que están nuestras autoridades, sólo que no las
están respetando y están imponiendo las propias dentro de nuestro
territorio. Por eso las muertes y desapariciones que ha habido, entonces
se crea la necesidad de investigar para encontrar soluciones y allí nace
otro problema que es el miedo de la gente pues nadie se atreve a plantear
hasta dónde deben llegar esas investigaciones.
A partir del secuestro de Kimy Pernía Domicó, líder de los embera-katío, el pasado
2 de junio, optamos por hacer manifestaciones independientes, conscientes de lo que se
podía venir después. Sabíamos que los costos eran altos pero lo más
importante era demostrar a Colombia que los pueblos indígenas no teníamos
nada y que lo único que queremos es seguir viviendo como tales. Sólo nos
fuimos con la boca y con nuestro corazón abierto para pedirle al actor que
nos diga porqué secuestró a nuestro hermano y para pedirle que nos lo
devuelva si aún está vivo. Para los pueblos indígenas hoy más que nunca es
incierta la vida. Peleamos por defender una identidad, por nuestro
territorio, por nuestra cultura, por nuestras tradiciones, pero cuando lo
hacemos también somos el enemigo de distintos actores, lo que nos lleva a
pensar que lo único que nos queda es plantear nuestra autonomía, seguirnos
manteniendo como una cultura, y para eso hay que globalizar la
problemática indígena.
*Presidente Organización Indígena de Antioquia OIA y Ex-presidente
de la ONIC