El sonoro mensaje del agua

2011-02-02 00:00:00

“Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”
De la Proclama Insurreccional de la Junta Tuitiva de La Paz, 1809
 
En memoria de l@s Maestr@s André Vernot Santamaría (1937-1991), Mario Calderón Villegas (1946-1997), Jorge Hernández Camacho (1935-2001), María Cristina Salazar (1931-2006), Orlando Fals Borda (1925-2008), Germán Zabala Cubillos (1926-2009), Thomas Van Der Hammen (1924-2010), Augusto Angel Maya (1933-2010) y tant@s otr@s que dedicaron sus vidas –entre otras actividades humanitarias y científicas- a mostrarnos los desastrosos efectos sociales y ambientales del maldesarrollo capitalista.
 
 
Información básica
 
El calentamiento global es el aumento de la temperatura media vital del planeta (15ºC) producto de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), debidos al consumo energético humano basado en combustibles fósiles (petróleo / gasolinas, carbón, madera) productores a su vez de altas concentraciones de dióxido de carbono.
 
Los estudios científicos respectivos han determinado que a tal aumento de la temperatura se deben fenómenos atmosféricos como “la Niña” y “el Niño”, por el calentamiento o enfriamiento excesivo y cambio de la dirección de las aguas del Océano Pacifico frente a Suramérica por su interacción con los vientos Alisios. Un efecto similar al calentamiento de las aguas superficiales de las aguas del Caribe, a lo cual se debe que hace dos décadas de cinco o seis tormentas tropicales una o dos se transformaban en huracanes, pero ahora, con más de una decena de tormentas anuales, seis u ocho se transformen en huracanes como el Katrina, que destruyó a New Orleans en Agosto de 2005.
 
En la práctica, la atmosfera ha variado dramáticamente, cada año se soportan condiciones y temperaturas extremas sin antecedentes, que significa ausencia de lluvias, sequías por meses, heladas, incendios forestales –de una parte, y de otra- oleadas invernales, inundaciones de las zonas bajas y deslizamientos de antología de laderas inestables rurales y urbanas, taponamiento y caída de puentes, ahogamiento de cultivos y ganados y desastres con millones de víctimas humanas, como lo muy actual en Europa, USA, China, Australia, Brasil o Colombia.
 
Y todo sucede pese a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático –CMNUCC- que se recomendó en Río/92 y se acordó en New York ese mismo año, pudo concretarse en el llamado Protocolo de Kioto (1997, sin la aprobación de USA), pero solo entró en vigencia en 2004, se modificó en Nairobi (2006), tuvo dos citas en 2010 (Copenhague/enero y Cancún/diciembre) sin lograr que los países desarrollados -en particular USA, UE, China, Japón) se comprometieran de manera efectiva a controlar sus emisiones carbónicas (porque lejos de reducirlas según el compromiso de Kioto, las aumentaron el 11.2% entre 1990 y 2007) para afectar la temperatura en máximo 1ºC hacia 2025, cuando con el ritmo actual de emisiones producirían aumentos de más de 3ºC, con consecuencias desastrosas como el derretimiento de los polos y glaciares (incluidos los de los Andes), desaparecimiento de naciones insulares, reducción de la producción de alimentos e incremento del hambre (hoy 1.000 millones de personas), aumento en dos décadas a 200 millones de migrantes ambientales (hoy 50 millones) y demás desastres denunciados por la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y en Defensa de la Madre Tierra (23 abril 2010, Cochabamba, Bolivia).
 
Asistimos a una auténtica crisis civilizatoria, como producto de la especulación financiera global y las corporaciones multinacionales que manejan a los gobiernos del maldesarrollo, que han impuesto su esquema económico depredador, hambreador y de energía contaminante al mundo. Crisis civilizatoria pues los problemas ambientales son rigurosamente humanos, es la humanidad la que está en riesgo de sucumbir por incapacidad de adaptarse a la naturaleza única y compleja de la cual depende la vida en sus múltiples manifestaciones. La naturaleza se comporta de acuerdo a como la tratan, los ríos seguirán tan tercos como siempre, los vientos actuando y la vida fluyendo.
 
Colombia, un desastre continuado
 
No todo se debe a la producción de carbónicos y fluorocarbonados de los países maldesarrollados y sus imposiciones económicas y políticas. En Colombia, desde hace décadas cada vez que llueve nos inundamos y si deja de llover por unas semanas, se anuncian restricciones por el bajón de las aguas en los embalses de los cuales depende la energía para esa mal llamada “economía” y la vida cotidiana, desde el bombillo hasta los equipos médicos hospitalarios, pasando por los computadores y la TV.
 
Las entidades, incluso las llamadas de prevención de desastres, que lo son de atención de emergencias (exactamente la consecuencia de no prevenir) y los periodistas de los grandes medios se quejan y difunden como victimaria a la víctima: “de nuevo la naturaleza se ensaña contra los pobladores ribereños”, “la naturaleza castigó a Popayán en la Semana Santa de 1983”, “el invierno inclemente creció al rio Magdalena que acaba de inundar todas las poblaciones del medio y bajo Magdalena”, “un arroyo en Barranquilla cobró la vida de otros dos niños”, “se deslizo un barrio, cuatro muertos” en Bucaramanga, Manizales, Bogotá o Medellín, que ya no son noticia de tanto repetirse.
 
La causa de las tragedias no es el invierno o el fenómeno atmosférico de “La Niña” o “El Niño”, ni el desbordamiento de los ríos. Igual que no fue el terremoto la causa de la tragedia en el Eje Cafetero en Enero de 1999. Al contrario.Las tragedias son la consecuencia de que no corregir las causas que las producen. “No se hizo en el verano lo que el invierno mostró”, decían los abuelos. Hay ejemplos sencillos sobre lo que significa un desarrollo sustentable o sostenible, diríamos mejor soportable: El leñador del bosque que recoge del suelo las ramas secas pero no acaba con los árboles que las producen. El campesino que alimenta a sus hijos con la leche que le produce la vaca sin sacrificarla en su etapa productiva. Pero ojalá todos los ejemplos pudieran tener esa connotación sencilla y sus consecuencias en el plano real pudieran ser menos dramáticas que lo que ha convertido a Colombia en un desastre continuado.
 
Monocultivos, potrerización y desecación de ciénagas
 
No se respeta la norma que indica que debe dejarse intacta la vegetación de 50 mts a lado y lado de las orillas de toda fuente de agua. El ejemplo de la “cultura cafetera” colombiana es concluyente, la tala de los árboles de la finca cafetera de los años 50s del siglo pasado, para el pleno sol de las exportaciones cafeteras (que es extensible a cualquier monocultivo e incluso a la tala o “limpieza” para el asentamiento de un barrio en cualquier ladera urbana) explica no pocos de los desastres recurrentes de Colombia desde entonces y que cada vez son más graves.
 
Aquel "desarrollo" significó la destrucción de los bosques y de la diversidad de la finca cafetera. Se sembró café (la variedad caturra a cambio del arábigo) hasta en los patios y las microcuencas. Por algo el símbolo del Quindío es un hacha clavada sobre el corazón del corte de un gran árbol talado. Se acabó con los árboles frutales de larga duración, su corte inició el proceso de pudrición de las viejas raíces –que son la columna vertebral de los suelos- y con ello estos -los suelos- perdieron consistencia. Fue cuestión de tiempo para que -de una parte- las lluvias arrastraran la capa vegetal montaña abajo y -de otra parte- se secaran las microcuencas y se alterara el conjunto del régimen de aguas y ambiental regional. Se crearon así las condiciones para los agudos problemas de agua de las actuales zonas medias cafeteras y para que esa inmensa sedimentación llegara al río Magdalena, que perdió profundidad, se sale de madre cada año, rebasa diques e inunda miles de hectáreas y no pocas poblaciones, cuando bajan las aguas llegan las epidemias.
 
El país todavía recuerda el impacto del "desastre natural" de la avalancha del río Páez en el Cauca de 1994. Las comunidades indígenas y campesinas afectadas dijeron que "los dioses y la madre tierra los habían abandonado”, pero la verdad es que ese acontecimiento tuvo todo que ver con décadas de explotación cafetera, ganadería y sobrepastoreo de las tierras altas y medias de la cuenca del río. Solo que allí la capa vegetal no se fue deslizando como en el eje cafetero, sino que los suelos se mantuvieron llenando de agua lo que antes fueron circuitos vitales, hasta que hubo el movimiento que las deslizó produciendo la avalancha. 
 
Hay una relación de causa a efecto (la humanidad se demoró mucho tiempo en ver la relación entre el coito y el parto después de nueve meses, nos recuerda el ambientalista Gustavo Wilches-Chaux), entre la producción de algodón y el proceso de creciente desertificación en el Cesar, el crecimiento de la agroindustria de la palma africana en las cuencas de la Costa Pacífica sur y la inhumana concentración poblacional en Municipios como Tumaco, que además está asentado ante una falla geológica frente a sus playas o la pérdida de playas por la tala de los manglares para la cría de camarón en cautiverio por parte de los industriales del Valle. Hoy (transición 2010/2011) ese Pacífico sur y también al norte están ahogados, hay que sumergirse para cultivar hasta la papachina, dicen desde el bajo San Juan en el Chocó.
 
La desecación de ciénagas para la ganadería extensiva en las sabanas del Magdalena Medio, las palmas aceiteras y agro/necro/combustibles que siguen –literalmente- tragándose los campos productivos de Colombia en el Meta y el Chocó, en Antioquia y los Santanderes, en Caquetá y Bolívar, en el medio y bajo Magdalena, Córdoba, Sucre, Arauca o Casanare.
 
Todo el Valle y el Norte del Cauca es un mar de monocultivo de caña de azúcar, donde las islas son las poblaciones afrodescendientes que trabajan para los ingenios bajo condiciones prácticamente esclavistas en las mismas tierras que un siglo atrás eran propiedad de sus mayores. Fue “la guerra de la caña contra el cacao”, del monocultivo contra la finca ancestral que tenía árboles frutales, cultivos de pancoger, plantas aromáticas y medicinales, que ya sabemos quien ganó y con qué consecuencias, incluidos los enormes desplazamientos a Cali y los asentamientos precarios, como la poblada Aguablanca en las tierras arrebatadas al río, siempre ante el riesgo inminente, letal y anunciado de las inundaciones de cada año por el encajonado río Cauca. Tragedias “telegrafiadas” como la de los asentamientos de la pobreza acumulada en las orillas del Río Otún, muy visibles desde el viaducto que conecta a Pereira con Dosquebradas y que tiene el significativo nombre de “Cesar Gaviria Trujillo”.
 
Las contradicciones están al orden del día, los megaproyectos (BID) para el Pacífico incluyen carreteras al mar, canal interoceánico, concesiones industriales y complejos turísticos, muelles y puertos para la exportación, que claramente destruirán una riqueza ecológica y social reconocidamente frágil y muy importante y por otra parte especula con un Programa (Biopacífico) que pretende todo lo contrario, conservación y desarrollo sustentable.
 
Se construye sobre suelos inconsistentes o –peor- sobre fallas geológicas, lo que esté en la superficie de esos suelos –vías, cultivos o barrios- tenderá a caer. Si -además- hay terremotos –que son normales, porque el subsuelo se mueve- y -para completar- las construcciones tienen entrepisos de cemento sin vigas de amarre o se construye sin control de calidad de los materiales, las casas tenderán a caer, los entrepisos de cemento aplastarán, los deslizamientos ahogarán en barro las viviendas, los cultivos y las vías.
 
En el Caribe colombiano –en la última década- se desecaron 25 mil hectáreas de humedales, que son las áreas de expansión natural de los ríos en temporadas de lluvias fuertes, hacer esas desecaciones para monocultivos y ganadería explica las inundaciones crecientes de cada año desde la depresión Mompoxina y el actual desastre invernal del Bajo Magdalena que incluyó ésta vez la rotura del canal del dique y el ahogamiento de prácticamente el Departamento del Atlántico y porciones de Córdoba, Sucre y el Cesar.
 
Hidroeléctricas, hidrocarburos y minería a gran escala
 
“Hidroeléctrica” o “Proyecto Hidroeléctrico” es sinónimo de canalización y represamiento de quebradas, ciénagas y ríos, acabose y ahogamiento de bosques, vías y cultivos agropecuarios, cierre de la pequeña minería, la pesca artesanal y la producción de alimentos, desplazamiento masivo de campesinos y poblados enteros, alteración radical del régimen de las lluvias y microclimas regionales.  
 
“Es como si una bestia milenaria hubiera llegado a nuestras tierras, todo lo cambió, dañó las carreteras y los puentes con sus grandes camiones y transportes de carga pesada, hasta las costumbres cambiaron, fueron llegando los trabajadores, técnicos, ingenieros y después el alcohol, los bares y las prostitutas, a muchos se les hizo la comida y se les dio albergue, pero después se fueron dejando todas las deudas que se imagine y no pocos problemas, hogares destruidos y embarazos de las jóvenes que abandonaron sus estudios y por ahí andan ahora lidiando con sus pequeñ@s sin padre. Eso no es como lo pintaban, que era un milagro para la región, que empleo y progreso para todos, que va, una pesadilla. Y ahora a pagar esas tarifas de energía más costosa que la que se paga en Medellín, siendo que somos nosotros los que la producimos, eso es lo que deberían aprender las gentes del Oriente de Caldas, que les están diciendo lo mismo con el Proyecto de La Miel” dice una entrevista a profun