Re-conocer el papel de las mujeres(Central campesina Cardenista)
Si los encargados de diseñar nuestras políticas, analizaran en las referencias
estadísticas nacionales además de los indicadores que les permiten calcular el
crecimiento económico de nuestro país, la información específica de los sectores
que conformamos esta sociedad, podrían comprender cuan diversas son nuestras
realidades y dejarían -tal ves- de generar el tratamiento que les dan a nuestras
demandas y necesidades.
Además de conocer, hay que reconocer el papel que desempeñan las mujeres al
interior de nuestros ejidos y comunidades, para sentar las bases necesarias en la
construcción del futuro desarrollo, democrático e integral, del campo mexicano ,
que garantice a todos sus habitantes la igualdad de oportunidades y el acceso
equitativo a sus bienes, recursos y beneficios, y en el cual la articulación de las
mujeres de forma organizada resulta indispensable para salir del circulo generado
por la pobreza.
Su justo reclamo por mejores condiciones de vida y de trabajo, para ellas y sus
familias, incorporó a las mujeres rurales, con igualdad de derechos y oportunidades,
de forma permanente a nuestra lucha por la anhelada justicia agraria.
La diversidad de criterios en nuestra Central, nos permite converger hacia la
transformación de las relaciones sociales de propiedad prevalecientes sobre la tierra
y la producción, para desmantelar todos los ordenes del dominio del poder, cuya
opresión se agudiza en la mujer, en defensa de los intereses de una misma clase
social fundamental de la nación mexicana productora de alimentos, de bienestar y de
soberanía nacional, para redistribuir en forma equitativa su riqueza.
La condición de unirnos y organizarnos alrededor de un programa de acción que nos
permita hacer realidad el sueño campesino de conquistar la tierra y su producto para
quienes la trabajan se concretará con la participación activa de todas nosotras, que
somos sensibles a nuestra problemática y estamos decididas a solucionarla.
No basta con alentar el desarrollo de estadísticas que nos permitan conocer el
trabajo remunerado y no remunerado de la mujer, hay que reconocer las
aportaciones que realizan las mujeres al bienestar de sus familias y comunidades,
para poder adecuar nuestros planes, programas y acciones en repuesta a sus
demandas y necesidades.
Nuestro quehacer
Nuestro quehacer es muy amplio, pero podemos empezar por:
* Buscar entre las parejas un reparto equitativo de las responsabilidades familiares,
para conciliarlas con las actividades laborales, fortaleciendo a la célula familiar
como un ámbito de promoción para la igualdad de derechos y oportunidades,
además de prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres.
* Incidir en el mejoramiento de las condiciones de trabajo, ya se trate de
remuneración económica o seguridad social, así como garantizar el cumplimiento
de sus derechos, ampliando sus oportunidades laborales y estimulando su
capacidad productiva.
* Considerar en la formulación de los programas de las políticas de desarrollo
económico y social la cooperación, coordinación de todos los actores
pertinentes, creando normas y lineamentos que permitan a las mujeres lograr un
acceso equitativo a los programas y a los recursos públicos que se traducirán en
desarrollo social, económico, político y cultural, reconociendo su papel como
sujetos de actividad económica, y no mas como beneficiarias pasivas de
programas asistenciales.
* Ampliar sus posibilidades de empleo e ingresos propiciando e incrementando su
productividad en el trabajo agrícola y a domicilio, además de promover en las
organizaciones comunitarias a nivel local, que les ofrezcan un marco de seguridad
y de protección social.
* Promover la organización social y económica de las mujeres, destacando sus
numerosas ventajas, movilización de recursos financieros y materiales, reducción
de costos y riesgos, incremento de su confianza y autonomía, etc.
* Impulsar su acceso equitativo y no discriminatorio a la salud, educación , vivienda,
etc.
En la política formal
Ha sido muy breve y demasiado compleja la relación desarrollada por las mujeres
con respecto a la política, ya que no fue hasta 1995 que las mujeres pudieron
sufragar en nuestro país por primera vez.
Ante el incremento de la participación de las mujeres -y de que estas constituyen en
la actualidad poco más de la mitad del padrón electoral- los partidos políticos, han
incluido paulatinamente el tema de la mujer en sus plataformas políticas e incluso
algunos partidos, como el PRI o el PRD, han estipulado en sus estatutos la fijación
de cuotas mínimas del 30% de mujeres en las listas plurinominales, para asegurar
que estas se vean representadas en puestos de elección popular.
A estas medidas se suman algunas adaptaciones hechas por entidades a sus Códigos
Electorales, en el sentido de que ningún partido político pudiera presentar mas de 70
u 80% de candidaturas de un mismo sexo, o como en el caso del estado de San Luis
Potosí, cuya ley electoral procura que estos registren sus candidaturas con una
proporción igual de ambos sexos.
Al margen de esta situación, el avance en el campo es casi nulo, no obstante que la
legislación dicte que las mujeres tienen voz y voto, y que pueden ser elegidas para
desempeñar cualquier posición política, en realidad son quienes ocupan menos
cargos, por lo que es necesario realizar una serie de modificaciones estructurales en
el ámbito político agrario.
Fundamentalmente, la participación de las mujeres se da a un nivel local, que es el
entorno que constituye su quehacer cotidiano, a través de una amplia gama de
organizaciones, formales e informales, que les permiten vincular sus labores
domésticas con la organización y gestión de servicios de uso comunitario.
Qué pasa en el campo
A pesar de la igualdad de cada uno de sus integrantes y de la democracia con que sus
órganos son electos, en el ejido y la comunidad no se refleja la presencia de
mujeres. De los 11.5% millones de mujeres que habitan en el campo tan solo 7,138
han sido electas para desempeñar un cargo, ya sea en el Comisariado Ejidal o en el
Consejo de Vigilancia, y 1.894 en los Consejos de Administración de
Organizaciones Económicas.
En el caso de las Unidades Agrícolas Industriales para las Mujeres Campesinas,
superficies reservadas, de preferencia en las mejores tierras colindantes con la zona
de urbanización del ejido, para fomentar el trabajo colectivo remunerado de las
mujeres no ejidatarias mayores de 16 años, actualmente sólo se encuentran
certificadas 5.207 unidades.
A pesar de lo que 2 de cada 3 ejidatarias se dedican de manera primordial a la
producción agropecuaria, según el avance el Programa de Certificación de Derechos
Ejidales y Titulación de Solares Urbanos, hasta noviembre de 1998 tan solo 214
mujeres habían sido reconocidas legalmente como ejidatarias y 39 mil como
posesionarias, lo que pone en cuestión el discurso oficial que reitera la presencia de
la mujer prácticamente en todos los núcleos agrarios del país; si bien en el campo se
ha desarrollado un proceso de feminización de la producción lo cierto es que en la
mayoría de los casos las mujeres carecen de tierras y no cuentan con los
mecanismos adecuados para poder acceder a estas.
Aunado a que el Estado posee dos visiones distintas del campo, una rentable y otra
de subsistencia, a raíz de las cuales apoya al primero con políticas de inversión y
capitalización y al segundo con políticas asistenciales y clientelares.
En el trabajo
De los 35.6 millones de personas a las que asciende la Población Económicamente
Activa, el 34.5%, cerca de 11.4 millones, son mujeres, que en su mayoría además de
tener que atender a sus hijos y hogares laboran jornadas de tiempo completo (la
doble jornada), desarrollando actividades en el sector formal e informal de la
economía, consideradas como típicamente "femeninas", en las cuales las diferencias
salariales y sociales con respecto a los hombres persisten.
Desde su aparición, el mercado de trabajo rural ha ofrecido mayores oportunidades a
la fuerza de trabajo femenina, por ser más barata que la masculina, primordialmente
en las agroindustrias de hortalizas y flores, en la micro-empresa, así como en la
maquila rural domiciliaria. En la últimas dos décadas la Población Económicamente
Activa (PEA) del sector agropecuario muestra un incremento desigual entere ambos
sexos, mientras la PEA masculina se incremento durante este período en 0.25%, la
femenina lo hizo en un 10.8%, por las necesidades de ingresos que deben de
satisfacer.
El bienestar social
Además de realizar las actividades domésticas y de reproducción participan en el
trabajo parcelario así como en otras actividades económicas, en sectores formales e
informales, así generan ingresos suficientes para el bienestar social de sus familias y
comunidades, al interior de las cuales se advierte su activa participación
principalmente en la construcción de redes de apoyo y de gestión comunitaria.
Mientras estimaciones del Programa de educación, salud y vivienda evidencian que
el 59.2% de los hogares en las localidades rurales viven en condiciones de pobreza,
los hogares dirigidos por mujeres se han incrementado hasta en un 17.6%, ya que en
7 de cada 10 hogares las mujeres apoyan parcial o totalmente a su economía
familiar.
En el caso de la migración femenina, esta responde a la imposibilidad que tienen las
mujeres para acceder a los recursos económicos y productivos que requieren sus
familias, desplazándose para emplearse en actividades que sean remuneradas, desde
su venta de servicios domésticos hasta el sector agroindustrial o la maquila
En la educación
El 61.5% de los 6.2 millones de personas consideradas como analfabetas en nuestro
país son mujeres. No obstante, a pesar de la orientación que se le ha dado a la
política nacional para extender su cobertura educativa hacia las zona marginadas, el
52% del total de analfabetas en el país habitan en las comunidades rurales,
principalmente en el sur.
El 25% de las mujeres que habitan en medio rural carecen de instrucción académica,
el 20% cuenta con la primaria completa, el 36.7% incompleta, un 5.6% concluyeron
la secundaria o su equivalente, 1.3% la preparatoria y tan solo el 0.82% de ellas
realizaron una carrera o estudios profesionales.
Central Campesina Cardenista