BOLETIN No. DOS

Ecuador: El destino del Guerrero Inca

Ecuarunari
2014-04-24 18:00:00

 

En 1933, dos años antes de que surgiera la historia del gran tesoro y la laguna encantada, cuando Pedro de Alvarado, conquistador de Guatemala, quiso llegar a Quito, tuvo que soportar la resistencia de los rebeldes. Atraído por las riquezas del Cuzco, llegó Alvarado a la costa de Manabí con siete embarcaciones, muchos caballos, soldados, cientos de indígenas guatemaltecos sometidos y algunos esclavos negros.

 

La marcha desde los pantanos tropicales hacia las nevadas montañas fue una derrota. En el camino se perdieron y fueron abandonados por los guías; los indígenas de Guatemala y los esclavos negros -desconocidos del frío- murieron congelados; y al fin Rumiñahui los echó a correr. Y caminó una voz por los caminos: "nadie vence al señor de Quito". Sebastián de Benalcázar, quien había fundado Guayaquil, fue el encargado de marchar con su ejército en busca del líder indígena. Antes envió un mensajero con una cruz y la oferta de amistad. Los rebeldes devolvieron su cadáver. En Cajamarca habían visto un símbolo de madera igual, en las manos de un tenebroso fraile que secundaba a Pizarro. Después Rumiñahui se preparó para recibir a Benalcázar. Reunió a su gente y le dijo: "Es preferible morir que aceptar la esclavitud de estos hombres que robarán tesoros, mujeres y tierras". Al hablar, un volcán parece salirle desde adentro, arde su voz, sonríe su corazón y vibran sus guerreros.

 

Benalcázar consigue una alianza con los indios cañaris para combatir a los rebeldes. El jefe indígena se adelanta y le sale al encuentro en las llanuras de Tiocajas. El lugar, favorable para el andar de los caballos españoles, no impide que los rebeldes anulen el poder del enemigo. Cada vez que matan un caballo le cortan la cabeza para mostrar que no son inmortales. La batalla va desde el mediodía hasta que la noche oscura obliga a suspenderla y continúa al día siguiente con la salida del sol. Las llanuras de Tiocajas estaban llenas de trampas para que los europeos y sus potros quedaran ensartados.

 

Un traidor avisa a Benalcázar el lugar y muestra un camino seguro para retirarse a Riobamba. Rumiñahui no se desanima y decide atacar la ciudad. En la hora del ataque el volcán Tungurahua entra en erupción. Muchos indígenas, aterrados, creyendo que se trataba de un mal augurio, huyeron bajo la lluvia ardiente. Los españoles no se cansaron de matar gente que corría indefensa. Rumiñahui se retira con sus soldados más fieles hacia Ambato. Luego se va a Quito, envía a lugar seguro a los más débiles y esconde los tesoros de Atahualpa. Al acercarse los invasores obstruye los canales que abastecen de agua la ciudad y le prenden fuego antes de retirarse.

 

La cordillera es su último refugio. Hasta allá marcha Benalcázar a buscarlo. Tras la resistencia logra prenderlo. Durante la tortura, la pregunta se repite: "¿Dónde están los tesoros de Atahualpa?". Y la respuesta del indígena también se repite: "En un rincón de la montaña". Así los envía a un lugar donde nada hay. Así será durante algunos días. Las pistas falsas sirven para reposar un poco, antes del nuevo tormento. Los españoles se cansan de la burla y su ira se desenfrena. Benalcázar determina la justicia: muerte en la hoguera.

 

Testimonios sobre los procesos históricos del Movimiento Indígena y Campesino de Tungurahua MIT “Tungurahua Runakunapak Jatun Tantanakuy”.

 

 

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