Los medios y la política represiva

2002-08-26 00:00:00

Desinteresado en resolver las necesidades sociales, atado cada vez más a las órdenes
de la banca extranjera y del Fondo Monetario Internacional, el gobierno recurre a la
represión para detener la protesta popular.

La crisis actual en nuestro país es la consecuencia de 25 años de un sistema
político- económico impuesto con sangre por la dictadura militar que asoló la
Argentina durante el período 1976-1983 y luego continuado por los partidos políticos
que se han turnado desde entonces en el gobierno.

Instaurando la política de concentración económica en pocas manos, se destruyó la
industria nacional, con la desaparición de miles de establecimientos fabriles y
millones de puestos de trabajo. Este proceso de concentración se produjo de la misma
manera en los medios de comunicación convirtiéndolos en medios de difusión del modelo
neoliberal y en herramienta fundamental para crear, a través del mensaje, el consenso
necesario para su sostenimiento.

Desde los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre de 2001, en el que el pueblo tuvo
una participación decisiva en la no-aplicación y luego en la anulación del Estado de
Sitio, en la renuncia de Fernando De La Rúa, Domingo Cavallo y la no-consolidación de
los gobiernos que le siguieron, aparecieron formas nuevas de participación popular:
las asambleas, que han ido creciendo desde lo inorgánico, heterogéneo, que fueron
relacionando sus aspiraciones personales a exigencias más puntuales, políticas.

Desde entonces el pueblo viene expresando de diversas formas que se vayan todos.
Rechaza el discurso del poder, se ha producido una crisis de hegemonía acentuada con
el develamiento del traspaso de las decisiones del Poder Ejecutivo a la banca
extranjera y al Fondo Monetario Internacional

La resistencia, si bien todavía está fragmentada, cada vez es mayor, se producen
acercamientos de los piqueteros, las asambleas barriales y de organizaciones
políticas, culturales y de derechos humanos. Han comenzado a caminar juntos y esto
desespera al poder que, al no tener un discurso creíble por la sociedad, recurre a la
represión y al terror. Esto quedó expresado el 26 de junio en Puente Pueyrredón,
donde se montó un operativo extraordinario para revestir de peligrosidad al
movimiento piquetero, y luego se recurrió a la brutal represión que le costó la vida
a Dario Santillán y Maximiliano Kosteki. Tratan de impedir que la unidad de los
sectores medios con los piqueteros se profundice, dejando un claro mensaje: "si
caminas con los piqueteros te jugas la vida".

Los grandes medios de 'información', fieles a los intereses que representan, se
constituyen en una pieza fundamental del poder dominante. Así ya lo había entendido
la última dictadura militar, la cual, siguiendo las indicaciones del Manual de Acción
Sicológica del ejército (RC-5-1), consideraba propaganda el medio de "influir en las
emociones, actitudes y opiniones del público para lograr el comportamiento deseado en
un momento determinado". Determinando además que para difundirla se debían valer de
los medios de comunicación ya que permite "un encubrimiento natural de los fines,
explotar el interés natural de la información o de la diversión del público, para que
se transfiera espontáneamente sobre los temas de propaganda..."

También vuelve a ser oportuno resucitar la teoría de los dos demonios, fundamento
ideológico a través del cual se justificó la represión asesina desatada por la
sangrienta dictadura militar.

Los medios serviles e interesados tratan de instalar en la sociedad la visión de los
piqueteros como violentos que cortan rutas 'encapuchados y con palos', vinculando los
cortes y reclamos de trabajo y alimentos con saqueos y destrucción de locales, y
ocultan permanentemente, todo el trabajo social y los microemprendimientos que los
grupos de trabajadores desocupados vienen desarrollando desde sus comienzos:
panaderías, talleres de oficio, bloqueras, construcción de viviendas, mejoras en los
barrios, etc.

También lo hicieron ante los cacerolazos convocados por las asambleas, anunciaban
grandes despliegues policiales, mostraban locales prestos a cerrar -no sin una
advertencia policial previa-, alimentando el miedo y alarma sobre la población. Esto
le valió un escrache y boicot al grupo Clarín. Hoy siguen silenciando lo que las
asambleas barriales construyen, huertas comunitarias, o merenderos y actividades
culturales en locales recuperados.

Sin embargo, en los trágicos sucesos de Avellaneda, el papel jugado por trabajadores
y medios de prensa alternativos e independientes, comprometidos con el pueblo, y la
presión política ejercida por algunos diputados de izquierda y los mismos luchadores,
hicieron fracasar la demonización de los piqueteros y dejaron en evidencia el
salvajismo de las fuerzas de seguridad. Los medios hegemónicos no pudieron seguir
ocultando la violencia policial y de un día para otro cambiaron el discurso. Eso sí,
dejaron al comisario Alfredo Franchiotti como único culpable, y despegaron a los
estamentos de poder de toda responsabilidad.

Para instalar el terror paralizante en la población los grandes medios de
comunicación, y sus imitadores, recurren a la difusión permanente de hechos
delictivos: robos, secuestros, amenazas, crímenes. Una parte de la realidad es
agigantada y presentada como la única realidad presente. Esta distorsión pretende
crear inseguridad, temor a quien sale a la calle, generar debates en los que los
"menores" o los "indocumentados" quedan como los culpables de esta situación, dar
consenso a leyes más punitivas y rechazo a las garantías civiles, acrecentar la
impunidad policial, e impulsar la demanda de orden y autoritarismo, a crear una única
fuerza de seguridad orientada a la represión interna ( coordinación del accionar de
la Policía Federal, la Provincial, Gendarmería, Infantería, etc.)

Se desplaza la atención del público, ya que la inseguridad más acuciante que
enfrentamos día a día es la desaparición del trabajo, la escuela convertida en
comedor, el achicamiento de la salud pública, el arancelamiento universitario, la
creciente desnutrición infantil, la vejez sin jubilación. Las seguridades públicas
hoy están en riesgo por la acción de la delincuencia financiera y política, y no
existe empresa de 'seguridad privada' que nos las pueda devolver.

Para desresponsabilizar a los grupos de poder de la miseria en la que se sumergió a
gran parte de la población, los medios recurren a la criminalización de la pobreza en
sus dos versiones de peligrosidad: el piquetero y el delincuente. El paso superador
será unificar ambas figuras, como se hizo en los setenta con la construcción del
"delincuente-subversivo".

Desde el Foro de Medios Alternativos repudiamos esta manipulación de los medios de
comunicación del poder. Rechazamos el mensaje del miedo, absolutamente convencidos de
que en las actuales circunstancias del país lo que pone en riesgo a la ciudadanía es
que ésta se repliegue e instale en el lugar de espectadora impotente y temerosa.

Como periodismo emergente de nuestro pueblo reivindicamos a los verdaderos actores
sociales y políticos, a todos aquellos que desde las bases, con una práctica
solidaria, están produciendo cambios profundos en la sociedad para lograr la
justicia, equidad y bienestar que nos fueron arrebatados; a todos aquellos que pese a
las intimidaciones y las amenazas siguen luchando.