Ecuador: Jóvenes productores de sentidos y comunicación

2009-02-20 00:00:00

Presentación de Belén Yépez, Responsable Juvenil de Comunicación de la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ ) Ecuador en el Foro de Comunicación organizado con la Asamblea Constituyente el 13 de marzo de 2007, en Quito.

La comunicación es un derecho, no es simplemente una profesión. Va más allá de ocupar un espacio en la pantalla de televisión, de escribir para un periódico o una revista, de tomar una fotografía o hablar a través de un micrófono. La comunicación es un encuentro entre seres humanos distintos que intercambian sus experiencias. Es donde reconocemos a los otros y otras y a nosotras y nosotros mismos. La comunicación permite la participación y el ejercicio de la democracia real.

Los medios de información son los que nos muestran lo que pasa a nuestro alrededor, lastimosamente esa mirada no es nada parecida a la realidad. Los noticieros tradicionales solo muestran lo que acontece en las dos ciudades más grandes, Quito y Guayaquil, y de ellas solo la zona urbana ocupa un lugar relevante. Las otras ciudades y provincias difícilmente aparecen, excepto, como en este momento, en el que son noticia por la destrucción causada por el invierno, cuando hay muertes trágicas, violencia o la visita de algún integrante del Gobierno central.

Los únicos rostros que se muestran son los de las personas que poseen el poder económico o político. La gente común, casi nunca es tomada en cuenta para emitir una opinión en una entrevista profunda, a menos que sean las víctimas o los protagonistas de acontecimientos extraordinarios.

Los niños, niñas y adolescentes son usados como gancho para la venta de productos y servicios. Su dulzura y sensibilidad son explotados y espectacularizados. Son protagonistas en dos circunstancias, en la crónica roja o cuando se los considera especiales y únicos por ejercer y exigir que se cumplan sus derechos.

Las franjas horarias en las que se transmiten los programas destinados para ellos y ellas es ilógicos: los dibujos animados a las 11 de la mañana, cuando están en la escuela o programas educomunicativos son transmitidos los fines de semana desde las 5 de la mañana. Es absurdo pensar que van a ser vistos por alguien. En los medios impresos no existen espacios en los que recojan los intereses y necesidades a diario. Las revistas tienen una circulación semanal, en el mejor de los casos, y no siempre son lo suficientemente atractivas.

Para nosotros y nosotras la cosa no es muy distinta. Nuestras opiniones, criterios, necesidades y propuestas no son tomados en cuenta. Piensan que no las tenemos. Cuando nos presentan en los noticieros, nuestros nombres y edades están acompañadas por calificativos que se han naturalizado tanto que en el imaginario social resulta imposible pensar a la palabra joven sin que esté relacionada con: delincuente, pandillero, irresponsable, vándalo o irreverente, nosotros nunca somos considerados sujetos sociales ni políticos. Como máximo llegamos a “ser lanza piedras” en las marchas, “los que atentan contra la propiedad”, privada, por cierto y se empeñan en violar las leyes. Las historias en las que los y las jóvenes somos protagonistas, en los medios de información, ocupan un lugar central sólo en la crónica roja. Nos muestran como las víctimas o los victimarios. Somos considereados como un sector de riesgo o mejor dicho el riesgo para los otros sectores.

Pero la comunicación no son solo los medios, somos también los públicos. Las iniciativas de varios sectores por controlar lo que se emite desde los medios está enfocada principalmente en la defensa de niños, niñas y adolescentes; la Agencia de Comunicación para niños, niñas y adolescentes, ACNNA, es un ejemplo de ello. Una investigación realizada por esta Agencia refleja el trato discriminatorio y excluyente que sufren. Es una constante violación al Código de la Niñez y Adolescencia. Sin duda el artículo 52 de esta ley, que prohíbe la utilización de menores de edad en producciones políticas y religiosas, es el que menos se cumple. En época de campañas electorales, hemos visto como se utilizan los rostros de la niñez pobre para conseguir votos prometiendo cambiar esa triste realidad. O un banco utiliza niños y niñas para vender sus servicios.

Estudios sobre el tratamiento de la juventud son inexistentes. No hay una publicación sistemática que permita evidenciar el trato que recibimos en los medios de información. Si no nos muestran como un peligro, somos vistos como consumidores. La estética corporal está relacionada con lo juvenil: se venden imágenes de hombres, pero principalmente de mujeres, que jamás envejecen, como si la apariencia física fuera lo único importante y digno de ser resaltado de la juventud.

Esta mercantilización de la imagen es excluyente. Se basa en parámetros de belleza inalcanzables para la mayoría de nosotras y nosotros. Imponen medidas, colores, rasgos faciales alejados por completo a las características étnicas de los y las ecuatorianas. Esto ha desencadenado graves problemas de salud en muchas de nosotras, ha provocado una ola de banalidad y consumismo si precedentes, no solo en los y las jóvenes sino en toda la población.

Nosotros y nosotras exigimos ser incluidos dentro de la programación como creadores de sentidos comunicacionales y culturales. No estamos luchando exclusivamente para que nos den un espacio en los grandes canales o en las radiodifusoras, porque estamos concientes de que la comunicación es más que medios. Nosotros y nosotras también nos sumamos a la discusión y construcción de la comunicación en su sentido amplio, como derecho humano y en sus diversas formas de ser manifestada. Este reconocimiento permite que se creen nuevos espacios más horizontales que promuevan el diálogo y la transformación social.

En los últimos años el Internet ha posibilitado ampliar la difusión de información y ha apoyado en la comunicación a larga distancia. La juventud ha intentado hacer de la tecnología, la herramienta que nos permita ser reconocidos. La Web está llena de propuestas de los y las jóvenes en las que se demuestra que es posible expresar nuestras ideas masivamente, aunque todavía hay mucho por hacer en este sentido ya que la conectividad en América Latina es limitada. Hay que trabajar por democratizar las tecnologías y promover el acceso al conocimiento, por ello consideramos indispensable que la nueva Constitución refleje esta necesidad y viabilice los mecanismos para superar la brecha digital existente.

Pero hay otras formas comunicacionales. Nosotros y nosotras utilizamos los celulares para tantas cosas en nuestras vidas, que incluso en ocasiones no logramos imaginar nuestras vidas sin ellos. Son los que han permitido que nos encontremos con nuestros amigos para el plan de la tarde, pero también han logrado articular movilizaciones sociales. La convocatoria para derrocar a Lucio Gutiérrez, se la hizo utilizando esta vía. En Ginebra se articuló la propuesta en contra de la invasión en Irak gracias a los mensajes escritos emitidos entre miles de estudiantes.

Quizá porque la sociedad nos ha vuelto anónimos es que inventamos nuevas formas de ser reconocidos y reconocidas mediante la comunicación, la música, el arte, la tecnología, los graffittis. También nos hemos apropiado de los pocos espacios en los grandes medios o hemos creado los nuestros propios como periódicos murales, hojas volantes y publicaciones, programas radiales y video clips. Estas se han constituido en la mejor arma de la juventud para decidir esto somos y aquí estamos, para cambiar el país.

Ahora, la Asamblea Constituyente abre una nueva oportunidad para exigir el derecho a la comunicación, al tiempo de luchar por la democratización de las frecuencias de radio y televisión. Solo así lograremos tener verdaderos espacios para no tener que escuchar lo mismo de siempre, ni estar obligados a emitir los discursos que el poder repite hasta el cansancio.

Porque somos concientes de que la comunicación es encuentro, diálogo y lo que posibilita ejercer el resto de derechos hemos empezado a construir nuestras redes nacionales para compartir nuestras experiencias, nuestros sueños e ideales.

Desde hace un año el Acuerdo Nacional por la Constituyente Juvenil viene trabajando en una propuesta para la Constitución al que lo hemos llamado “Mandato Juvenil”. Este ha sido un intento por reflejar lo que los y las jóvenes queremos y soñamos para nuestro país. Esta iniciativa ahora agrupa a más de 100 organizaciones de las cuatro regiones. El mandato no es solo un planteamiento para los y las jóvenes, está construido desde una visión integral de la vida política, social, económica y cultural de la Nación. Este documento lo hemos entregado a los y las Asambleístas el pasado mes de enero, pero continuamos trabajando en conjunto para lograr la apropiación del contenido del mismo, discutimos y reforzamos los planteamientos que ahí se recogen.

En todos los temas trabajados hemos tratado de contextualizarlo mediante la realización de un diagnóstico que parte de la realidad y las vivencias de los y las jóvenes. Esta contextualización ha permitido que nos apropiemos de esas necesidades que muchas veces desconocemos por encontrarnos en las distintas partes del país. En los 17 encuentros hemos aprendido de los otros y otras, nos hemos sensibilizado y compartido.

Nuestra plataforma política busca visibilizar al sujeto joven como sujeto de derechos, como sujeto político en su dimensión integral. Soñamos y queremos un Ecuador que se inspire y reconozca en su historia como nación milenaria forjada por mujeres y hombres diversos pertenecientes a distintos pueblos.

Buscamos establecer una sociedad democrática, igualitaria y no discriminatoria que sea respetuosa de las diversidades tanto culturales, de género, sexuales, generacionales, y demás identidades y que desde esta riqueza a través de la participación aporte a la construcción de un Estado de derechos, laico, plurinacional y descentralizado.

Para ello se requiere la comunicación. En nuestra propuesta planteamos el reconocimiento de la comunicación como un derecho humano fundamental, por lo tanto es mucho más que los medios masivos. Entenderla así implica reconocer que esta es la que permite la organización social, al promover la participación y la interacción, que es ella la generadora de sentidos culturales, por lo tanto es pública. No se limita al acceso y a la producción mediática, sino que se manifiesta en la interacción con los otros, el reconocimiento y el respeto a la diferencia y a lo propio. La comunicación como derecho es la que garantiza la exigibilidad y el cumplimiento del resto de derechos ya que en su aplicación se evidencia el real ejercicio de la democracia. Este principio es el que nos mueve en el tema comunicacional. De ahí hemos desarrollado algunas propuestas:

Creemos indispensable que el Estado debe crear los mecanismos que posibiliten la democratización de los medios de comunicación y garantice que ningún medio esté manipulado pro partidos políticos ni poderes económicos, así como también que no sean monopolizados. Además los medios deben abrirse al público para cumplir con su responsabilidad social.

Queremos estar informado e informadas de lo que pasa en nuestro país, por lo tanto necesitamos la inclusión del resto de ciudades en la agenda de los medios de información. Exigimos que los medios de información masiva incorporen a todas las regiones del país con equidad territorial y no sólo las incluyan cuando hay desastres naturales o muertes trágicas, que se difunda la riqueza natural y cultural que posee el Ecuador. Demandamos mayor información de América Latina y del mundo porque no vivimos aislados.

A demás nos comprometemos con un Estado que garantice el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión, siempre y cuando no violente ni discrimine, que fomente políticas públicas para la creación de programas educativos en los medios de información y cree los mecanismos para que la sociedad civil pueda ejercer control sobre la programación que emiten.
La comunicación no debe ser discriminatorio ni sexista, por lo tanto queremos que se prohíba la publicidad y/o programas que promuevan prácticas de racismo, sexismo y discriminación por orientación sexual, que atente contra la dignidad de las personas y que utilice a la mujer como objeto sexual para la venta de productos.

Necesitamos desarrollar programas educomunicativos orientados a la creación de una conciencia nacional sobre la protección del medio ambiente, la cultura y todos los ámbitos que aporten a la consolidación de una identidad nacional sólida. Proponemos que el canal público sea manejado por la sociedad civil, las universidades y el Estado en el que se pueda hacer comunicación con esta visión de derechos, que permita difundir las actividades que se realizan los distintos sectores sociales.

Al Estado le corresponde democratizar el acceso y desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información para que el conocimiento esté al alcance real y efectivo de todos y todas.

Creemos que es indispensable que se promueva una imagen positiva de los y las jóvenes y que dejemos de ser estigmatizados en los medios, que se nos considere como actores sociales creadores y creadores de sentidos.

Para fomente la cultura de paz y la no violencia activa es necesario prohibir la promoción de juegos, juguetes o cualquier tipo de objeto que promueva la violencia, física, sexual o psicológica, con el objetivo de precautelar el interés superior de niños y niñas.

Como nos reconocemos como sujetos sociales y culturales exigimos al Estado que apoye a los y las jóvenes para desarrollar medios y formas de comunicación alternativas que sean espacios dirigidos por y para nosotros y nosotras y para los y las ecuatorianas, que aborden temas políticos, sociales, culturales.

Queremos ser reconocidos en la nueva Constitución, como actores constitutivos de la vida del país.

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