Democratización de la comunicación

2002-01-23 00:00:00

Foco y amplitud

La nueva espiral de violencia y mentiras que estalló en el mundo tras los
atentados registrados en EE.UU. el pasado 11 de septiembre, bruscamente, ha
venido a configurar un escenario adverso a las luchas democráticas.
Adversidad que conlleva a que éstas tengan que redoblar sus esfuerzos por la
paz y la justicia, pero además por la verdad. Esto no sólo implica confrontar
los "excesos" de la manipulación y distorsión informativa, sino las bases y
condiciones que permiten que ello se dé, que es precisamente lo que por
décadas ha venido animando la lucha por la democratización de las
comunicaciones y de los media.

El FSM, en tanto proceso social articulador, se presenta como un espacio
idóneo y legítimo para catalizar energías y propiciar la emergencia de un
movimiento social arropado bajo la bandera de la democratización de las
comunicaciones. Con esta premisa, proponemos para la conferencia focalizar la
atención en el esbozo de una AGENDA SOCIAL EN COMUNICACIÓN. Como se trata de
un tema transversal, pues concierne a toda relación humana, lo que importa es
ubicar los puntos centrales que contribuyan a la definición de estrategias y
propósitos de cara a la articulación e impulso de ese movimiento social.

Problemática

La democratización de la comunicación es, ante todo, una cuestión de
ciudadanía y justicia social, que se enmarca en el derecho humano a la
información y la comunicación. Vale decir, es consustancial a la vida
democrática de la sociedad misma, cuya vitalidad depende de una ciudadanía
debidamente informada y deliberante para participar y corresponsabilizarse en
la toma de decisiones de los asuntos públicos.

En los últimos tiempos, sin embargo, esta aspiración democrática se ha visto
seriamente constreñida por la hegemonía neoliberal que, al colocar al mercado
como eje del ordenamiento social, pretende confiscar las democracias,
anulando todo sentido de ciudadanía. Cuanto más que la comunicación ha pasado
a constituirse en soporte clave de tal dinámica. Tan es así que, apoyándose
en el acelerado desarrollo de tecnologías y técnicas en ese campo, los
poderes establecidos apuntan a convertirla en paradigma de futuro, sea bajo
la fórmula de "sociedad de la información" o cualquier equivalente.

Importa precisar que a la base del desarrollo de las tecnologías de
información y comunicación, se encuentran dos componentes centrales. El uno
es la digitalización, que permite traducir todo tipo de información -datos,
texto, sonido, imagen, video, códigos, programas informáticos- al lenguaje de
computación, con un sistema de codificación basado en una secuencia binaria
de paquetes (binary digit). El otro tiene que ver con el extraordinario
progreso de los componentes electrónicos: semiconductores, circuitos
integrados, transistores y microprocesadores.

A partir de ese lenguaje común, ha sido factible crear protocolos que
permiten compartir información entre computadoras, y que al integrarse con
los sistemas de telecomunicaciones (que ahora incluyen satélites poderosos e
integrados) y la tecnología de redes, hacen posible transmitir cualquier tipo
de mensajes por un mismo canal, conformando así la base de las nuevas
tecnologías de comunicación e información. Esta integración de tecnologías es
lo que sustenta la lógica de convergencia tecnológica, que es una
característica fundamental de las NTIC. O sea, se trata de una tecnología
polivalente en términos de la infraestructura y canales requeridos, que es lo
que le da su característica de flexibilidad. Y que también se expresa en el
plano de los servicios.

La expresión mayor de tales desarrollos tecnológicos para el común de los
mortales, sin duda alguna, es la Internet, y no es por azar que se la haya ha
convertido en la cara más amable para vender la globalización económica.

De modo que, la comunicación no sólo que ha sido objeto de sustantivos
cambios internos (subordinación de la palabra a la imagen, transmisiones en
directo y en tiempo real, multimedia, etc.), sino que se ha convertido en uno
de los sectores más dinámicos, con profundas repercusiones en todos los
órdenes de la vida social.

La comunicación aparece ahora como uno de los sectores económicos de punta,
tanto por su rentabilidad como porque en ella se busca descifrar las claves
para el apuntalamiento de la llamada "nueva economía". Por tanto, al calor de
la mundialización económica, es donde con mayor virulencia se ha desatado la
dinámica de concentración empresarial y transnacionalización, que se ha
traducido en el aparecimiento de verdaderos "moguls", con ramificaciones en
todos los cantos del mundo.

Esto es, megacorporaciones que se han conformado vía fusión de medios
impresos, cadenas de televisión, TV cable, cine, software,
telecomunicaciones, entretenimiento, turismo, entre otros. De modo tal que
los productos y servicios de sus empresas pueden promocionarse mutuamente
entre sus diferentes ramas, en búsqueda de una ampliación de sus respectivos
"nichos" de mercado. Hoy por hoy, son siete las corporaciones que dominan el
mercado mundial de la comunicación (Disney, Time Warner-Aol, Sony, News
Corporation, Viacom y Bertelsmann); de no establecerse cortapisas a esta
lógica oligopólica, mañana pueden ser menos.

Como se trata de un proyecto global, este proceso se ha visto acompañado de
la imposición tanto de políticas de liberalización y desregulación (sobre
todo en materia de telecomunicaciones, para eliminar cualquier regulación o
espacio estatal que pudiera interponerse a la expansión transnacional) como
de normativas (tal el caso de la novedosa interpretación de los derechos de
propiedad intelectual) orientadas a salvaguardar sus intereses y a lograr que
de una vez por todas la información y la producción cultural sean
consideradas meras mercancías.

Al amparo del dogma neoliberal, lo que se ha venido configurando es una
industria mediática y de la cultura altamente concentrada y regida por
criterios exclusivamente comerciales, donde lo que cuentan son los criterios
de rentabilidad por sobre aquellos de interés público, el paradigma de
consumidor/a por sobre el de ciudadano/a. Nada sorprendente, entonces, que la
promesa de futuro se perfile con abundante información gratuita, pero banal -
aunque espectacularizada por los medios-, siendo que a la de calidad sólo
podrán acceder quienes estén en condiciones de pagar.

Tal es la fuerza de esta arremetida que en su trayecto prácticamente ha
arrasado con los medios de carácter público, privatizándolos a los más y a
los restantes forzándolos a comercializarse, erosionando su rol como espacios
para alimentar el debate amplio, plural y abierto a las diversas
perspectivas, ideas y expresiones culturales de la sociedad.

En medio de todos esos desarrollos, los media también han pasado a ser un
espacio crucial en la configuración del espacio público y de la ciudadanía
misma -decimos crucial para señalar que no se trata de un fenómeno nuevo,
pero sí intenso y sustantivo-, tanto por el peso que ahora tienen para
gravitar en la definición de las agendas públicas como para establecer la
legitimidad de tal o cual debate. La predominancia de los media respecto a
otras instancias de mediación social -partidos, gremios, iglesias,
establecimientos educativos, etc.- es tal que éstas para prevalecer
recurrentemente precisan recurrir a aquella.

En este contexto, el riesgo de que la "dictadura del mercado" se consolide a
partir del enorme poder que ha concentrado en el mundo de la comunicación,
para ganar "las mentes y los corazones" de la gente, no es una mera quimera.

En efecto, a medida que se expande el monopolio para transmitir ideas,
informaciones y cultura, lo que se verifica es que en la media la pluralidad
y diversidad cada vez cuentan menos por el sistemático estrechamiento de la
gama de puntos de vista que se viene operando en ella. Y es que, esta
"ventaja comparativa" que resulta de la concentración de tales recursos, se
ha convertido en el pilar estratégico para la ofensiva ideológica de la
globalización neoliberal.

Si bien a lo largo y ancho del planeta han sido tenaces las presiones a los
países para que abran sus mercados (el de la comunicación por delante), el
avance de la globalización en este plano sin duda ha sido menor que el
alcanzado en el ideológico, donde el "pensamiento único", al decir de
Ramonet, ha hecho estragos. De ahí la fuerza con que se ha propagado la
premisa neoliberal de que el mercado es la única entidad con capacidad para
organizar la asignación de recursos, por lo que no cabe ni intervención ni
regulación alguna por parte del Estado. Esto es, un mundo donde la "libertad"
se mide por la ausencia de obstáculos para los participantes en el mercado.

En este marco ha recuperado espacio el discurso de la "libertad de prensa"
transmutado en "libertad de empresa". Vale recordar que los padres del
pensamiento liberal asociaron la libertad de prensa a la preservación de la
vida pública más allá del Estado, con la hipótesis de que la libertad de
opinión debía garantizarse con una prensa independiente como el medio
principal para que pueda expresarse la diversidad de puntos de vista y
formarse una opinión pública informada y vigilante ante los abusos del poder
estatal. En esta línea de pensamiento, dieron por hecho que la libertad de
empresa era el fundamento de la libertad de expresión, considerando que el
laissez-faire económico era la contraparte natural para la libertad
individual de pensamiento y expresión.

Su preocupación por la libertad de expresión, en un contexto histórico
marcado por gobiernos absolutistas, estaba referida a la amenaza estatal al
espacio público. De ahí que resulta por demás deshonesto o tramposo escudarse
en esa premisa para tratar de encubrir la amenaza mayor a la libertad de
expresión que tenemos en nuestros tiempos: la conformación de monopolios
mediáticos de carácter comercial. Y es que la media comercial mide sus éxitos
en términos de ganancias que hace a doble partida, las que resultan de la
venta de productos a las audiencias y aquellas de la venta de audiencias a
los anunciantes, lo cual nada tiene que ver con el interés público.

De hecho, en ese doble juego de búsqueda de ganancias, lo que prevalece es la
facturación de los anunciantes, al punto que la publicidad se ha tornado en
el factor que determina las pautas de programación y los criterios de éxito
del conjunto de la media. De ahí que, de la mano de la globalización
mediática lo que se impone es la difusión de mensajes que promocionan el
consumismo, esto es, subordinando las diferencias culturales al predominio
del estilo de vida basado en el consumo que caracteriza a las metrópolis del
Norte. Un universo donde prácticamente no queda espacio para el interés
público, pues a los anunciantes no les gusta los programas de este tipo, ya
que a través de ellos se "vende" poco o nada.

Con estos desarrollos, entre los damnificados se encuentra el periodismo,
pues su oficio -con la concentración operada en el sector- se ha visto
desplazado por la lógica del entretenimiento pautada por lo "light" y la
frivolidad. Tan es así que ahora lo que manda es la fórmula "ganadora" de las
3 "s": sexo, sensación y sangre. Bajo estos nuevos parámetros, la búsqueda de
la verdad, tan pregonada por la prensa de occidente, va quedando como un buen
propósito que se diluye ante los imperativos del mercado, en cuyo horizonte
no cuentan los/as ciudadanos/as, sino los/as consumidores/as. Y, para poder
llegar a éstos, la prioridad se ha tornado en lograr productos estandarizados
para todos los públicos, por encima de su estrato social, país o cultura.
Como los negocios son los negocios, esta prioridad se ha extendido también al
ámbito informativo. De ahí que, día que pasa, se torna más apabullante la
cantidad de datos y propaganda comercial y política que nos ofrecen los
media, al tiempo que la información disminuye y se degrada.

Más grave aún, esta tendencia, apuntalada ahora por lo que se ha dado en
llamar "industria del entretenimiento" y de "servicios recreativos", se
presenta como una seria amenaza para la diversidad cultural del planeta, en
tanto su expansión transnacional erosiona las culturas locales y
tradicionales en la medida que básicamente promueve, y de manera
avasalladora, el estilo de vida y los valores culturales de las potencias
económica y políticamente dominantes, particularmente de los Estados Unidos.

Bajo el prisma del mercado global, ahora se pretende que la "diversidad
cultural" se reduzca a la oferta de una gama de productos y servicios para
satisfacer de la manera más amplia el "gusto" de los consumidores, quienes -
por lo demás- son sistemáticamente monitoreados (incluso con recursos propios
del espionaje) por especialista en establecer "nichos de mercado".

Si hemos tomado conciencia del riesgo que significa la degradación de la
biodiversidad, es hora de hacerlo respecto al riesgo que representan los
grandes conglomerados de la comunicación en el ámbito de la diversidad
cultural. Esto es, cuidar el entorno informativo y cultural, como el entorno
medioambiental, en tanto garantía de futuro, se ha tornado en un imperativo.

El curso de esta tendencia solo podrá ser frenado y modificado por una acción
ciudadana contundente, sostenida y propositiva. Existen derroteros abiertos
por una multiplicidad de iniciativas y en diferentes planos. Colectivos
empeñados en garantizar el acceso universal y apropiación efectiva de las
nuevas tecnologías de información y comunicación; redes de intercambio para
desarrollar el software libre; espacios de concertación para gravitar
(advocacy) en instancias de decisión en defensa del derecho a la información
y la comunicación; organismos empeñados en monitorear e implementar acciones
críticas frente a los contenidos sexistas, racistas, excluyentes, etc.
vehiculizados por los media; programas de educación para desarrollar una
postura crítica frente a los media (media literacy); asociaciones de usuarios
para gravitar en la programación de los media; medios independientes,
comunitarios, alternativos, etc. comprometidos en democratizar la
comunicación; redes ciudadanas y de intercambio informativo articuladas por
intermedio de Internet; investigadores que contribuyen a desmadejar las
claves del sistema imperante y apuntar posibles salidas; organizaciones
sociales que entran a la disputa en la batalla de la comunicación;
asociaciones de periodistas que levantan la bandera de la ética e
independencia; colectivos de mujeres que articulan redes para que avance la
perspectiva de género en la comunicación; movimientos culturales que se
niegan a dejarse sepultar en el olvido; redes de educación popular;
observatorios en pro de la libertad de información; asociaciones para
oponerse a los monopolios; movimientos en defensa de los media de carácter
público; y un largo etcétera.

Se trata de embriones de una resistencia ciudadana, todavía dispersa, que
precisa multiplicarse y transformarse en un gran movimiento de movimientos
sociales articulado en la lucha por la democratización de la comunicación,
trinchera donde en la actualidad se juega el futuro mismo de la democracia.
No es, por tanto, un asunto que concierte únicamente a quienes directamente o
indirectamente se encuentran vinculados a la comunicación: interpela al
conjunto de actores sociales. Y el FSM puede ser ese espacio de encuentro
necesario e impostergable.

Propuestas alternativas

De varios eventos realizados en torno a la democratización de la comunicación
y los media, hemos recogido los siguientes señalamientos como puntos básicos
para avanzar en la formulación de una agenda común.

- El Derecho a la Comunicación se presenta ahora como una aspiración que se
inscribe en el devenir histórico que comenzó con el reconocimiento de
derechos a los propietarios de los medios de información, luego a quienes
trabajan bajo relaciones de dependencia en ellos, y, finalmente, a todas las
personas, que la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su Artículo
19, lo consignó como el derecho a la información y a la libertad de expresión
y opinión. El Derecho a la Comunicación parte de una concepción más
englobante de todos los derechos reconocidos y reivindicados en torno a la
comunicación, e incorpora de manera particular los nuevos derechos
relacionados con el cambiante escenario de la comunicación, con un enfoque
más interactivo en el cual los actores sociales son sujetos de la producción
informativa y no simplemente receptores pasivos de la información. Asimismo,
asume que el reconocimiento de este derecho es necesario al ejercicio de los
demás derechos humanos y un elemento fundamental de la vigencia democrática.
La incorporación de este derecho en las agendas de los movimientos sociales y
el desarrollo de estrategias para su concreción, se presenta como un reto
clave de la construcción de alternativas.

- El establecimiento de políticas públicas sustentadas en mecanismos
democráticos de control social, para limitar el poderío de los intereses
articulados por la lógica del mercado, con normas que permitan su regulación,
reglamentación y fiscalización, descartando disposiciones cuestionables como
la censura, es considerado como una prioridad. El tema abarca una amplia gama
de aspectos, incluyendo, por un lado, las actuales tentativas de
desregulación del sector y de imposición de legislaciones en torno a la
propiedad intelectual, promovidas por la OMC, FMI y similares, cuyo propósito
es facilitar el proceso de transnacionalización y monopolización de los
medios y sistemas de comunicación; y por otro, la necesidad de plantear
políticas para garantizar la diversidad e independencia de fuentes, soberanía
y diversidad cultural, acceso democrático a tecnologías, entre otros. Al
respecto, las luchas de resistencia en curso incluyen las de la
democratización del espectro radioeléctrico (frente a los intentos de
privatización), la defensa de derechos de los usuarios de Internet (de cara a
los proyectos de escucha electrónica, censura, etc.), la conformación de
cuerpos reguladores independientes por medio de los cuales la ciudadanía
puede participar en la definición de políticas, entre otras.

- Vinculada a las políticas públicas se destaca la propuesta de rescate e
impulso a la creación de medios de comunicación públicos de carácter
ciudadano. Se trata de medios de la esfera pública (no necesariamente
estatal), pero que estén bajo control de la sociedad civil y financiados
según el principio de la economía solidaria, (o sea, con fondos públicos y/o
privados).

- Asimismo, adquieren particular importancia las acciones desarrolladas en
los distintos contextos nacionales e internacionales para frenar el proceso
de monopolización de los medios y sistemas de comunicación, así como la
mercantilización de la información.

- Otra prioridad identificada es el desarrollo de una información diversa,
plural y con perspectiva de género. Las acciones al respecto van desde la
crítica y presión hacia los medios masivos hasta el apoyo al desarrollo y a
la sobrevivencia de medios alternativos e independientes, que adopten tales
criterios como principios de su quehacer.

- Un sector prioritario a involucrar en este movimiento son los periodistas,
particularmente a través de sus gremios. No solo sus propios intereses
profesionales se encuentran amenazados por la mercantilización de la
información, s