El bueno, el malo y el feo: Las políticas agrarias del Banco Mundial
El próxima mes de diciembre, representantes de movimientos
campesinos de todo el mundo se congregarán, junto con
especialistas en políticas de reforma agraria, en el Foro
Mundial de la Reforma Agraria, que se realizará en Valencia,
España. Un punto de destaque en la agenda es desmitificar el
discurso promocional que emana del Banco Mundial en el asunto
de la reforma agraria, y la organización de una campaña global
para luchar contra los impactos perniciosos de las políticas
agrarias del Banco.
De hecho, las cambios recientes en las políticas del Banco
Mundial respecto a la tierra nos recuerdan el título de la
vieja película de Clint Eastwood, "El bueno, el malo y el
feo". En este caso, lo "bueno" es que el Banco ha
"descubierto" que cuando un país tiene una distribución de la
tierra muy inequitativa, y que por consiguiente gente pobre en
áreas rurales carece del acceso a los recursos productivos, se
resiente el desarrollo económico en general. Esto es por
supuesto lógico, puesto que, cuando la mayoría de la población
de un país queda prácticamente excluida de la economía
nacional, resulta imposible un desarrollo económico con base
amplia.
Ello no es ninguna noticia para quienes han estudiado el tema
desde hace décadas, salvo el hecho que, como resultado, el
Banco Mundial ahora dice estar favorable a la Reforma Agraria,
como solución a esta situación común a muchos países.
Desafortunadamente, lo que el Banco entiende por "reforma
agraria" está muy lejos de lo que reivindican las
organizaciones de los sin tierra.
Lo "malo" entonces, es que el Banco Mundial no se ha asociado
al grito global por la expropiación de las propiedades
excesivamente extensas de los super-ricos, y por su
redistribución a los pobres sin tierra. No ha reconocido
realmente lo que está claro para la mayoría de la gente: que
las propiedades agrarias descomunales en manos de unos pocos,
en medio de la pobreza de muchos, son moralmente perversas, y
hacen imposible el desarrollo.
El Banco más bien está utilizando la retórica de la reforma
agraria, para presionar por "la facilitación de los mercados
agrarios", donde la tierra puede ser comprada y vendida como
mercancía, sin tener en cuenta que el sustento de la gente
está en juego. Con este fin, el Banco ha impulsado políticas
para privatizar las tierras públicas, y para dividir las
propiedades comunales en pequeñas parcelas, con títulos
individuales de propiedad que pueden ser vendidos. La
consecuencia de poner a merced de las fuerzas del mercado el
acceso a la tierra de la gente pobre e indígena, generalmente
ha sido desastroso; ha provocado ventas masivas desesperadas
por parte de los pobres, nuevas oleadas de concentración de la
tierra para la gente rica, y una más profunda miseria para la
mayoría rural.
El Banco Mundial también ha impulsado una estrategia de "banco
de tierras" en varios países, en donde se induce a los muy
pobres a contratar préstamos con altas tasas de interés, para
comprar la tierra de mala calidad que los propietarios ricos
desean vender, a precios supuestamente "del mercado", que son
a menudo mucho mayores al valor verdadero. Ello equivale a
regalar fondos fiscales a los propietarios ricos, a cambio de
tierras sin valor, y de baja fertilidad. El peso de las deudas
que las familias supuestamente beneficiarias tienen que asumir
es imposible de superar en la mayoría de los casos, dada la
escasa productividad de la tierra adquirida; y el costo de
este tipo de "reforma agraria" es tan prohibitivo –puesto que
la existencia misma del programa causa la inflación de los
precios de la tierra- que en cualquier caso no es práctico.
El término "feo" reservamos al hecho de que el Banco Mundial
apunta con sus programas del banco de tierras hacia los países
donde los movimientos populares están más activos y exitosos
en la ocupación de la tierra ociosa, como en Brasil, donde el
Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) ha colocado a
la reforma agraria en destaque en la agenda de debate
nacional. El Banco Mundial intenta despolitizar el tema de la
tierra, en tales casos, desplazando la reforma agraria del
ámbito de la política hacia el ámbito del mercado, a la vez
que intenta socavar el apoyo para los movimientos más
exitosos. Lo trágico es que la dimensión de la privación de
tierras es tan grande, que únicamente una solución desde el
ámbito de las políticas y de la acción política puede
responder a su magnitud, mientras que los enfoques basados en
el mercado, en el mejor de los casos, apenas topan los
márgenes del problema. Al socavar la lucha política por la
reforma agraria verdadera, el Banco la empuja cada vez más
lejos de alcanzar.
* Peter Rosset es co-coordinador de la Red de Investigación-
Acción sobre la Tierra (http://www.acciontierra.org) y
miembro del comité internacional de planificación del Foro
Mundial sobre la Reforma Agraria a realizarse del 5 al 8 de
diciembre de 2004 en Valencia, España (http://www.fmra.org).