El grito de los excluidos
Durante siglos la humanidad se asomó a cualquiera de sus muchos abismos,
para escuchar desde sus bordes el grito de desesperación, de angustia o
soledad de mil abandonados; pasados los tiempos, llegaron como novedad
para las páginas de historias prefabricadas los gritos de independencia
social o política, que improvisados rebeldes lanzaban como primicia de
libertad. Ahora, roncos por tanta demanda sin respuesta, pero seguros de
conseguir la atención solidaria de todas las comunidades auténticas, el
grito de los excluidos sacude a un mundo en el que el libre mercado aún
no ha conseguido ensordecer conciencias ni paralizar voluntades.
Como exigencia de la mentalidad de todos los que se sienten parte del
mundo ingrato de la exclusión social, el grito de los excluidos proclama
la consigna de la 'unidad en la diversidad', concentrando los intereses y
necesidades de todos los componentes de la cultura, sea en la noble
mezcla de razas y etnias, como en la urgencia universal que nos incita a
descubrir el punto de mira hacia el cual se dirigen todos los pueblos o
el motivo que concentra todos los intereses normales. El próximo 12 de
octubre el grito de los excluidos resonará exigente y vigoroso en el
Auditorio de las Naciones Unidas. Federico Pagura, Pérez Ezquivel,
Rigoberta Menchú y Fray Beto gritarán por el dolor, la ausencia y
posposición cívica y social de muchos millones de latinoamericanos, cuya
voz es desoída en todo espacio de justicia, cuyo dolor no afecta a ningún
poder, cuya miseria compite día a día con la lujuria de ciertas riquezas,
nacidas del impúdico negocio de la usura. En este nuevo grito de
humanidad también se sentirá la fuerza moral de las naciones afectadas en
su subdesarrollo, necesario para el desarrollo de los cuatro grandes que
hacen mundo e historia.
El grito de los excluidos de América latina desnudará la apariencia
social de los grandes agiotistas internacionales, que mantienen el hambre
y la esperanza de condonaciones de la deuda externa, prometiéndonos
nuevos préstamos que apaguen por instantes la voces viejas de protesta y
ahoguen en la cuna a los que solo sobrevivirán si consumen trasgénicos o
si se prestan a formar parte de los nuevos ejércitos de farsante
'liberación', que persiguen el narcotráfico, pero no enfrentan su negocio
de armas. Las razones de exclusión y el número creciente de excluídos
exigen atención ética y valiente posición moral de rechazo de parte de
los que no queremos clasificarnos voluntarios de la exclusión. Es el
momento de la rebeldía, que se concilia con la no violencia activa y que
logra lo que las armas no consiguen, lo que los intereses del
narcotráfico no sufragan y lo que la usura prestamista de las grandes
motivadoras del endeudamiento popular acumulan: peso muerto y mortífero,
sobre un pueblo vivo, viviente y vivificador. Gritar es ahora revelación
de vida. América latina excuida vuelve a gritar su libertad.