Luna de hiel para la agricultura de Brasil

2008-04-28 00:00:00

Joao Pedro Stedile

DIRIGENTE DEL MST y VÍA CAMPESINA, BRASIL

Luna de hiel para la agricultura de Brasil [1]

El proyecto de las empresas transnacionales es organizar la producción agrícola sin agricultores.

La forma de producir en la agricultura brasileña viene cambiando en los últimos años. Ahora, nos estamos enfrentando a los avances cada vez más violentos de las empresas extranjeras que controlan los insumos, el mercado, el comercio y los precios de los principales productos agrícolas. Es preciso entender lo que está detrás de estos cambios y lo que representan para la agricultura brasileña.

Primero, es necesario analizar con amplitud el contexto histórico y sus consecuencias directas en la economía brasileña en general. En la historia de nuestra economía, tuvimos tan sólo tres grandes modelos que determinaron la manera de organizar la producción en la agricultura. Del siglo XVI al siglo XX, tuvimos el modelo agroexportador, que organizaba las haciendas en grandes extensiones de tierras, especializándose en productos para la exportación y recurriendo al trabajo de los esclavos.

Durante el siglo XX, de 1900 a 1980, tuvimos el modelo de industrialización dependiente. Ese modelo reorganizó la economía brasileña, estructurándola en torno a la instalación de fábricas. Y entonces, se subordinó el funcionamiento de la agricultura a los intereses de acumulación de riqueza en la industria . Las grandes haciendas siguieron produciendo para exportar, entre otras cosas, el café, la caña, el cacao y el ganado. Después vino la so y a y la naranja. Los dólares que entraban gracias a las exportaciones estaban destinados al pago de las máquinas para la industria naciente, y también al pago de los préstamos que generaron la deuda externa. El trabajo esclavo, que predominaba en la agricultura, fue sustituido por el trabajo de los asalariados rurales y por el surgimiento de una nueva clase social: los campesinos.

Surgió entonces un nuevo sector de producción agrícola basado en la pequeña y mediana propiedad, que producían alimentos para el mercado interno. Sin embargo, la agricultura se fue adecuando cada vez más, y de forma subordinada, a los intereses de la industria. Así, los agricultores llegaron a utilizar todos los insumos producidos en la industria, como maquinas agrícolas, abonos, fertilizantes, venenos, agrotóxicos, etc. Y al mismo tiempo pasaron a producir y entregar sus productos a la industria que fomentó las agroindustrias, controlando la producción de alimentos que iba al mercado. Este modelo entró en crisis en la década de los 1980 y la economía brasileña pasó a ser dominada por el capital financiero y por el capital internacional. Esta forma del llamado neoliberalismo fue determinando la organización de la agricultura; y esto es lo que vamos analizar más adelante.

Antes de adentrarnos en el análisis del modelo actual, es importante comprender que aquellos modelos adoptados en Brasil fueron las consecuencias directas del modo de organización del capital, a nivel internacional, para explotar nuestras riquezas naturales, nuestro trabajo y nuestro mercado. El hecho de que la economía de Brasil dependa del capital internacional, desde su formación, ayuda a comprender la razón por la cual sólo fueron adoptados aquellos tres modelos de producción.

Para explicar esta lógica de la dependencia, vamos a referirnos al gran intelectual húngaro, el profesor Istvan Mezaros. Nos explica que, a lo largo del periodo colonial, del siglo XVI al siglo XX, el capital internacional se comportó como imperialismo colonial. Sus principales objetivos eran controlar las fuentes de materias primas y los recursos naturales para luego transformarlos en mercancías y vender éstas en el mercado europeo. Más adelante, en el transcurso del siglo XX, el capital internacional abrió un periodo de imperialismo redistribucionista. Organizó grandes empresas transnacionales que asentaban sus fábricas en el tercer mundo, en busca de fuerza de trabajo barata y con el fin de explotar el mercado interno de productos industriales en aquellos países. Fue en ese periodo cuando se instalaron muchas fábricas de capital extranjero en Brasil. El tercero movimiento del capital internacional, él que está obrando en este momento y desde 1990, es el imperialismo global hegemónico, dixit Istvan Mezaros, controlado por el capital financiero, o sea, por bancos que, a su vez, controlan las empresas transnacionales, tanto en el sector agrícola como en el sector industrial.

Este capital financiero internacional tiene su polo hegemónico ubicado en los Estados Unidos (EE.UU), lo que permite que el capital se mueva de forma homogénea en todos los países, como si el mundo fuera un solo país, subordinado a sus intereses. Es por esta razón, según Istvan Mezaros, que el gobierno de los EE.UU, servil a los intereses del gran capital, impone reglamentos internacionales de funcionamiento global para la explotación del capital, a través del Fundo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial (BM), de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de los tratados bilaterales con los diversos gobiernos o regiones, llamados Tratados de Libre Comercio (TLC). Esto nos ayuda a entender, por ejemplo, el hecho de que las empresas transnacionales con sede en los EE.UU operan y controlan un 60% de todas las exportaciones de productos manufacturados en China; y es el contexto histórico que nos ayuda a comprender el modus operandi de las empresas transnacionales en la agricultura brasileña.

El surgimiento de grandes empresas transnacionales que operan en la agricultura

Se ha dado, en los últimos años, un proceso muy fuerte de acumulación de dinero y de riquezas, procedentes del mundo entero, que fueron enviados a Europa y a los EE.UU, bajo la forma de pagos de la deuda externa, de repatriación de ganancias y royalties. A esto se añaden las ganancias de las transnacionales instaladas en el tercero mundo, especialmente por el alza de los precios del petróleo que se convirtieron en elevadas su mas de capital financiero que las empresas petrolíferas, estatales o privadas, pudieron acumular . Todo esto fue transferido a las cuentas de los bancos de los países ricos y éstos se han encargado de administrar las voluptuosas sumas de capital. Por consiguiente, han podido comprar acciones de las empresas que más ganancias tenían, como modo bancario de reproducción y aplicación de este capital financiero. Más adelante , esta compra de acciones de las empresas transnacionales operando en diversos sectores de la economía produjo la aceleración de dos movimientos del capital ya vigentes e inherentes a la lógica de funcionamiento del capitalismo. El capital financiero provocó una concentración de empresas de un mismo sector. Pues si antes eran 15 o 20 las empresas que operaban, por ejemplo, en el comercio de la soya, ahora, los bancos las van comprando y aglutinando hasta obtener un grupo muy reducido. El segundo movimiento fue la centralización del capital de las empresas que antes operaban en distintas ramas de la producción y del comercio y que ahora están concentradas en unas pocas.

Tomemos el caso típico de Monsanto. Veinte años atrás, nadie conocía esta empresa y su actividad se restringía a los EE.UU. Bajo el impulso del capital financiero, fueron concentradas y centralizadas en la Monsanto más de 30 otras empresas que antes operaban por separado en distintas ramas, como el comercio de la soya , del maíz, del trigo, los laboratorios farmacéuticos de medicinas para personas y animales, las empresas de venenos, de agrotóxicos, los laboratorios de transgenética, las empresas de semillas, agroindustrias de aceites, harinas y alimentos en general. Ahora, todo eso está concentrado en una única empresa: Monsanto. Y así pasó con muchos y diversos sectores y empresas. El resultado de ese movimiento del capital es que, en cada área de la agricultura, tenemos ahora unas pocas empresas que lo controlan todo. Por ejemplo, todo comercio mundial de granos y semillas transgénicas, como soya, maíz, trigo y arroz, es controlado por las empresas Bungue, Monsanto, Cargill, ADM, Dreyffus y Syngenta. El comercio mundial de lácteos y sus derivados es controlado por Nestlé, Parmalat y Danone. El comercio de agua potable embotellada es controlado por Nestlé, Coca Cola, Suez y Perrier.

Las principales formas de actuación de las empresas transnacionales en la agricultura

Hay diversas características comunes que reflejan la manera en que estas empresas transnacionales llegaron a controlar la agricultura:

La actuación internacionalizada: ahora todas las empresas llegan a operar a nivel internacional, a tener filiales y controlar el mercado de los productos que les interesan, en todos los países del mundo. Entonces una misma empresa, por ejemplo, Monsanto, está presente en los EE.UU pero también en Japón, Francia, India, Suráfrica, Brasil y México; y esto sólo para citar un país en cada continente. Esas empresas van acumulando ganancias y riquezas en estos países y las van repatriando para sus matrices, en los EE.UU y en Europa. Por lo tanto, esta forma internacionalizada de controlar los mercados es a la vez una forma de explotación del mundo.

Control de precios: estas empresas tienen un control absoluto sobre los precios de los insumos que suministran a los agricultores como las semillas, los abonos y fertilizantes, los agrotóxicos y las máquinas. También mantienen el control de los precios de los productos que compran a los agricultores, como la soya, el maíz, el trigo, el arroz, la leche, el algodón, la naranja, etcétera. Ejercen un verdadero oligopolio sobre el mercado y los precios de los productos agrícolas, a través de la manipulación de las bolsas de mercancías instaladas en sus países de origen y en las cuales determinan los precios para todo el mundo; O sea que ya no se determina el precio de los productos como la soya, el maíz y el algodón en función de los costos de producción de cada país. Al revés, hay un precio internacional al que los agricultores de todo el mundo están obligados a someterse.

Control del mercado consumidor: la actuación internacionalizada y el control de los precios van realizándose de forma combinada con el control de los mercados consumidores de estos productos. Esto es, toda producción, cualquier producto agrícola que desea exportar un país, están subordinados al control del mercado consumidor y no se pueden exportar sin pasar por su intermediación. Por ejemplo, una cooperativa brasileña, mediante sus productores asociados, puede lograr la producción de una gran cantidad de soya pero, a la hora de venderla en el exterior, no consigue colocarla si no articula con una de las grandes transnacionales que controlan el mercado internacional. De la misma forma, se producen hechos paradójicos en el comercio de estos productos por motivo de este monopolio. Vean un ejemplo bien significativo: Años atrás, los avicultores del estado Pernambuco, ubicado en el noreste brasileño, necesitaban maíz para sus pollos. Cargill lo suministró, pero no trajo el maíz de los productores de Bahía, cerca de Pernambuco, sino que lo trajo de Canadá y Argentina, donde tenía un mayor inventario. Resulta que para mantener las ganancias de Cargill, Brasil tuvo que importar maíz, sin necesitad alguna, pues había producción en sus inventarios reguladores.

Control de las semillas transgénicas: t odas estas grandes empresas desarrollan investigaciones en laboratorios para crear nuevas variedades de semillas, con mutaciones genéticas que les convienen. El objetivo de los cambios genéticos en las semillas es adaptar la producción de las plantas a los productos químicos, agrotóxicos que sólo producen estas empresas. El verdadero objetivo de producir semillas transgénicas no es aumentar la productividad de la agricultura ni producir alimentos mas saludables, sino garantizar, con las nuevas variedades, el derecho a la propiedad privada sobre estas semillas; un derecho asegurado por las leyes de patentes impuestas en casi todos los países del mundo. En Brasil la ley de patentes fue aprobada por el gobierno Fernando Henrique Cardoso en 1995. Así, por ejemplo, la empresa Monsanto es propietaria de la semilla de soya transgénica Round-up.En Río Grande do Sul, los agricultores compraban ilegalmente estas semillas a Argentina y sembraban en sus propiedad. Tras diseminarse el cultivo, la gente de Monsanto vino para cobrar royalties a todos los agricultores que utilizaban semillas que, según ella, le pertenece, aunque no vendieron un solo kilo a los agricultores. Cada año, Monsanto recoge más de 40 millones de dólares por el uso de semillas que dice haber inventado, sin contabilizar las ganancias por la venta del herbicida Round-up; pues no se puede producir aquella soya sin aplicar su herbicida. En Brasil, estas transnacionales ya lograron liberar la soya, el algodón transgénico y recientemente se aprobó, de forma provisional, el maíz transgénico de Bayer. Si el gobierno brasileño acepta esta liberación, será un desastre para todos los campesinos, pequeños y medianos agricultores. El maíz se contamina con mucha facilidad. Aunque no siembre maíz transgénico, el campesino, cuyo vecino recurrió a las semillas Monsanto, verá sus cultivos contaminados (por polinización) y cuando vaya a vender su maíz, los análisis atestarán su origen transgénico, por lo que todos tendrán que pagar royalties a Bayer.

Implantación de grandes plantaciones de árboles homogéneas: a simismo, cuatro grandes empresas transnacionales de Noruega, Finlandia, Suecia y España están llevando a cabo una concentración en la producción de celulosa, asociándose entre si en Brasil mientras se vinculan con los capitalistas brasileños para la implantación de enormes áreas de monocultivo de eucalipto. Hoy, Brasil se ha convertido en el mayor productor y exportador mundial de celulosa. Estas empresas usan nombres en portugués a fin de no llamar la atención, como Aracruz, Veraces, Bahia Sul, o se asocian con empresas nacionales como Votorantin y Klabin. Pero el control de las tierras, de los árboles, del mercado y del precio de la celulosa está en sus manos. En el caso de las plantaciones homogéneas de eucalipto, las consecuencias son aún mas graves para el medio ambiente, en cuanto a desertificación, desaparición de las fuentes de agua, de la fauna y de la flora.

El control de las tecnologías de la producción agrícola: las transnacionales controlan el mercado de los insumos y sus precios para la agricultura. Persuaden a todos los agricultores, especialmente los grandes hacendados que se asocian con ellos, para que adopten un modelo de técnicas de producción agrícola que depende de la compra de sus insumos. Estas técnicas que recurren a la mecanización intensiva, al uso elevado de fertilizantes químicos y de agrotóxicos, no son necesariamente las más productivas para la agricultura. Al revés, se ha comprobado en muchas regiones que no son para nada las más productivas. Sin embargo, las empresas insisten para poder vender sus productos. Por otro lado, este paquete tecnológico representa una agresión ambiental, causando degradación de los recursos naturales. Además, representan un peligro para la salud pública, pues los agrotóxicos permanecen en los productos que después se convierten en alimentos consumidos masivamente, sin que la población tenga conocimiento de las elevadas incidencias de los venenos. Por este motivo, los hogares más ricos de la población consumen cada vez más los productos orgánicos, al conocer los riesgos que suponen los alimentos producidos de otra forma para la salud.

La estandardización de los alimentos en todo el mundo: l a gran mayoría de estas transnacionales también controlan las agroindustrias que se benefician de las materias primas compradas a los agricultores para luego transformarlas en alimentos. En los últimos años, estas agroindustrias, propiedad del capital internacional, estandardizan cada vez más los alimentos producidos, para ampliar los ahorros de escala en la producción y tener mayores ganancias. En los supermercados de las principales ciudades del mundo, los productos son cada vez más parecidos. El resultado es la progresiva eliminación de las costumbres alimenticias y de toda la cultura que los pueblos poseían a partir de los alimentos adoptados por sus respectivas civilizaciones a lo largo de los siglos. Por otro lado, nadie todavía consigue evaluar cuales serán las consecuencias de la estandardización alimenticia en el mundo para la salud pública. Sabemos que los fundamentos de la salud de las personas y de los seres vivos, están relacionados con una alimentación adecuada según el medio ambiente en el que viven.

Controlar el agua y la biodiversidad: Las transnacionales están aumentando su ofensiva por el control del agua y de la biodiversidad. En función de la vigente ley de patentes y de la subordinación de la mayoría de los gobiernos, las empresas están consiguiendo imponer la propiedad privada del agua. También quieren controlar la propiedad privada de los seres vivos presentes en la naturaleza, la llamada biodiversidad, especialmente en la Amazonia, donde yace la mayor reserva de materias primas para la producción de medicinas y de nuevos productos que no existen aún el en mercado.

El control del poder político a nivel nacional e internacional: l as empresas transnacionales que operan en la agricultura, para alimentos y celulosa, saben que sus técnicas son predadoras, saben que están ejerciendo un poder de monopolio sobre el mercado y los precios, y que algún día, se dará cuenta y se alzará la población. Para protegerse, invierten grandes sumas a fin de incrementar su influencia sobre el poder político de los países. Financian campañas electorales de gobernadores, senadores, diputados, alcaldes, concejales, etcétera. Así, constituyen una red de protección que controla el Estado, las leyes, el poder judicial y la policía. El caso de la empresa Aracruz Celulose es un buen ejemplo: financió la campaña a gobernador del estado de Espirito Santo, varias a alcalde e incluso las campañas de más de 15 diputados federales electos en todo el país. Por otro lado, el informe de la Fundación Nacional de los Indios (FUNAI) demuestra que, en la década de los años 1970, la empresa robó 18 mil hectáreas de tierras a los Tupis-Guaranis. Sin embargo, cuando los pueblos indígenas intentaron recuperar sus tierras, la policía federal intervino inmediatamente y sacó a los verdaderos dueños con una violencia extrema. La propia policía nunca ejecutó una orden de la FUNAI para expulsar la empresa Aracruz. En cada estado brasileño hay ejemplos concretos de cómo se incumplen las leyes y de cómo los políticos y gobernantes trabajan a favor de las empresas transnacionales. A nivel internacional, ocurre lo mismo. Esas empresas influyen en los acuerdos de la OMC, buscando imponer los tratados de libre comercio, intentando eliminar las restricciones que frenan la venta de sus agrotóxicos en otros países subdesarrollados, aunque estén prohibidos en los países europeos. Utilizan su influencia para que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) saque informes halagadores a su respecto, etcétera; o sea que los organismos internacionales son blancos preferenciales de las transnacionales para proteger sus intereses.

El control y la promiscuidad con los medios de comunicación de masa: del mismo modo que estas transnacionales influencian a los gobernantes y políticos, también proyectan controlar los medios de comunicación masiva para transmitir su ideología al pueblo. En Brasil, hay la Asociación Brasileña del Agronegocio (ABAG) en la cual participan 42 grandes empresas. Son empresas transnacionales agrícolas, grandes cooperativas agrícolas de hacendados, industrias de maquinaria agrícola y, para sorpresa general, también están asociadas las empr