III Congreso del MST
Carta a los trabajadores del campo
Durante cuatro días, del 24 al 27 de julio, estuvimos reunidos aquí en Brasilia, 5 mil
trabajadores, llegados de 22 estados, de centenas de municipios, de todos los
acampamentos y asentamientos del Brasil.
Discutimos la situación de la reforma agraria en Brasil, presentamos nuestro pliego
de reivindicaciones al gobierno. Realizamos marchas, hicimos muchas discusiones y
salimos de aquí mucho más animados para continuar la lucha por la reforma agraria.
Porque, sin luchar, sin organizarnos, nada conseguiremos.
Por eso resolvimos escribir esta carta a cada uno de Uds., que no pudieron venir a
Brasilia, para decirles:
Cuando pregunten quienes son los trabajadores sin tierra, digan: somos los hijos de
la tierra. Hombres, mujeres y niños que luchan y sueñan para que todos tengan tierra.
No tenemos todavía el derecho a la tierra, por la fuerza del alambre. De la cerca. Por
la absurda fuerza del dinero. Somos hombres y mujeres de paz. somos la mano
humana que fecunda la tierra. Somos aquellos que hace años aprendimos a oír la
labor de la semilla. Leemos en la caligrafía de los vientos y de las estaciones, el
tiempo de plantar y de cosechar. Somos los que conocen la flor y el fruto. Somos
testigos del poderoso ciclo de la vida. Por eso somos obstinados. Sabemos que del
trabajo de nuestras manos brotan, desde las nacientes de las generaciones, la
multiplicación de las espigas. Por eso, cuando pregunten por nosotros, digan: en el
país de las inmensas tierras ociosas, somos aquellos que se niegan a aceptar la cerca.
Que no aceptan que el ganado tenga prioridad sobre el hombre.
En los acampamentos y en las tierras conquistadas aprendemos que la tierra es
nuestra raíz.
Aprendemos que cuando un hombre, una mujer, un grupo de hombres y mujeres,
millares de hombres, mujeres y niños, en aquellas horas de sombra indefinibles,
cuando ya no distinguimos si todavía es noche, si ya es madrugada, concentran toda la
fuerza de los excluidos en las manos. Toda la fuerza de ese primitivo impulso de
justicia que nos alimenta, toda la fuerza del sueño en las manos. Toda la fuerza de la
clase en las manos, el alicate muerde el hilo y el alambre estalla como la cuerda de
un violín y la cerca se viene abajo. ?Nosotros seremos victoriosos!
No importa si después de esa cerca otras se levantan: las cercas de la policía -o de
las milicias privadas-, las cercas del sistema judicial, tan distante de la justicia... las
cercas de la mentira de los medios de comunicación. La cerca del gobierno, del
neoliberalismo. Es verdad que cuando derrumbamos la cerca de un latifundio, no cae
con ella el Estado brasileño. Pero es verdad también que cada vez que caen cercas, la
sociedad es obligada a mirarse y a observar con los ojos de la conciencia, el tamaño
de las desigualdades. El tamaño de la opulencia y de la miseria, el tamaño del
hartazgo y del hambre, el tamaño de la hipocresía.
El Movimiento de los Sin Tierra, nuestra organización, es esa señal de contradicción
y de indignación. Es quien lanza al pueblo, en cada movilización que realiza, el
desafío de enfrentar con radicalidad una situación de injusticias radicales.
Golpeamos uno de los cimientos fundamentales de la injusticia en la sociedad
brasileña: el monopolio de la tierra. Buscamos hoy caminos alternativos para hacer
producir la tierra conquistada: la valorización de la producción familiar, de las
cooperativas, de las asociaciones y de la socialización de los bienes que producimos.
Con eficacia reinventamos políticas de combate a la pobreza, al hambre, a la miseria,
al desempleo. ?Porque son acciones políticas, participativas, democráticas,
populares!
El pueblo brasileño quiere combatir el hambre. El pueblo brasileño quiere
distribución de renta, de tierra. El pueblo brasileño quiere empleos, salarios dignos.
El Brasil quiere que los hombres y las mujeres de la tierra reconquisten la tierra para
producir el pan que hoy falta en la boca de millones. Haremos caravanas. Haremos
ocupaciones. Sabemos que las élites brasileñas no comprenden otro lenguaje.
Sabemos que sólo tenemos el derecho de participar si luchamos para participar. Y es
por eso que en muchos lugares, muchos compañeros regaron con sangre el deseo de
tener ese derecho.
Pero la esperanza nunca nos faltó. Y es eso que asusta a los poderosos. Nosotros no
tenemos nada que perder. Tenemos todo por ganar. Soñamos con la tierra dividida
entre todos. Soñamos con un Brasil justo. Sin explotación. Soñamos con una patria
soberana. Sin humillación. Soñamos en no ver a nadie más pasando hambre, buscando
empleo, trabajo, casa, escuela.
Por eso, aquí en Brasilia, hacemos un llamado. Compañero, llegó nuestra hora,
nuestra ocasión. Vamos a organizarnos. Vamos a juntarnos con los vecinos. Vamos a
hacer caminatas, asambleas, ocupaciones. Vamos a luchar por una verdadera reforma
agraria. Vamos a luchar para que todos tengan tierra.
Reforma Agraria:
¡Una lucha de todos!
3er Congreso Nacional del MST.
Brasilia, 25 de julio de 1995.
Durante cuatro días, del 24 al 27 de julio, estuvimos reunidos aquí en Brasilia, 5 mil
trabajadores, llegados de 22 estados, de centenas de municipios, de todos los
acampamentos y asentamientos del Brasil.
Discutimos la situación de la reforma agraria en Brasil, presentamos nuestro pliego
de reivindicaciones al gobierno. Realizamos marchas, hicimos muchas discusiones y
salimos de aquí mucho más animados para continuar la lucha por la reforma agraria.
Porque, sin luchar, sin organizarnos, nada conseguiremos.
Por eso resolvimos escribir esta carta a cada uno de Uds., que no pudieron venir a
Brasilia, para decirles:
Cuando pregunten quienes son los trabajadores sin tierra, digan: somos los hijos de
la tierra. Hombres, mujeres y niños que luchan y sueñan para que todos tengan tierra.
No tenemos todavía el derecho a la tierra, por la fuerza del alambre. De la cerca. Por
la absurda fuerza del dinero. Somos hombres y mujeres de paz. somos la mano
humana que fecunda la tierra. Somos aquellos que hace años aprendimos a oír la
labor de la semilla. Leemos en la caligrafía de los vientos y de las estaciones, el
tiempo de plantar y de cosechar. Somos los que conocen la flor y el fruto. Somos
testigos del poderoso ciclo de la vida. Por eso somos obstinados. Sabemos que del
trabajo de nuestras manos brotan, desde las nacientes de las generaciones, la
multiplicación de las espigas. Por eso, cuando pregunten por nosotros, digan: en el
país de las inmensas tierras ociosas, somos aquellos que se niegan a aceptar la cerca.
Que no aceptan que el ganado tenga prioridad sobre el hombre.
En los acampamentos y en las tierras conquistadas aprendemos que la tierra es
nuestra raíz.
Aprendemos que cuando un hombre, una mujer, un grupo de hombres y mujeres,
millares de hombres, mujeres y niños, en aquellas horas de sombra indefinibles,
cuando ya no distinguimos si todavía es noche, si ya es madrugada, concentran toda la
fuerza de los excluidos en las manos. Toda la fuerza de ese primitivo impulso de
justicia que nos alimenta, toda la fuerza del sueño en las manos. Toda la fuerza de la
clase en las manos, el alicate muerde el hilo y el alambre estalla como la cuerda de
un violín y la cerca se viene abajo. ?Nosotros seremos victoriosos!
No importa si después de esa cerca otras se levantan: las cercas de la policía -o de
las milicias privadas-, las cercas del sistema judicial, tan distante de la justicia... las
cercas de la mentira de los medios de comunicación. La cerca del gobierno, del
neoliberalismo. Es verdad que cuando derrumbamos la cerca de un latifundio, no cae
con ella el Estado brasileño. Pero es verdad también que cada vez que caen cercas, la
sociedad es obligada a mirarse y a observar con los ojos de la conciencia, el tamaño
de las desigualdades. El tamaño de la opulencia y de la miseria, el tamaño del
hartazgo y del hambre, el tamaño de la hipocresía.
El Movimiento de los Sin Tierra, nuestra organización, es esa señal de contradicción
y de indignación. Es quien lanza al pueblo, en cada movilización que realiza, el
desafío de enfrentar con radicalidad una situación de injusticias radicales.
Golpeamos uno de los cimientos fundamentales de la injusticia en la sociedad
brasileña: el monopolio de la tierra. Buscamos hoy caminos alternativos para hacer
producir la tierra conquistada: la valorización de la producción familiar, de las
cooperativas, de las asociaciones y de la socialización de los bienes que producimos.
Con eficacia reinventamos políticas de combate a la pobreza, al hambre, a la miseria,
al desempleo. ?Porque son acciones políticas, participativas, democráticas,
populares!
El pueblo brasileño quiere combatir el hambre. El pueblo brasileño quiere
distribución de renta, de tierra. El pueblo brasileño quiere empleos, salarios dignos.
El Brasil quiere que los hombres y las mujeres de la tierra reconquisten la tierra para
producir el pan que hoy falta en la boca de millones. Haremos caravanas. Haremos
ocupaciones. Sabemos que las élites brasileñas no comprenden otro lenguaje.
Sabemos que sólo tenemos el derecho de participar si luchamos para participar. Y es
por eso que en muchos lugares, muchos compañeros regaron con sangre el deseo de
tener ese derecho.
Pero la esperanza nunca nos faltó. Y es eso que asusta a los poderosos. Nosotros no
tenemos nada que perder. Tenemos todo por ganar. Soñamos con la tierra dividida
entre todos. Soñamos con un Brasil justo. Sin explotación. Soñamos con una patria
soberana. Sin humillación. Soñamos en no ver a nadie más pasando hambre, buscando
empleo, trabajo, casa, escuela.
Por eso, aquí en Brasilia, hacemos un llamado. Compañero, llegó nuestra hora,
nuestra ocasión. Vamos a organizarnos. Vamos a juntarnos con los vecinos. Vamos a
hacer caminatas, asambleas, ocupaciones. Vamos a luchar por una verdadera reforma
agraria. Vamos a luchar para que todos tengan tierra.
Reforma Agraria:
¡Una lucha de todos!
3er Congreso Nacional del MST.
Brasilia, 25 de julio de 1995.