El "Acta de Copacabana" y la deuda externa
Que el carácter de "intocable" que muchos, interesadamente, han
querido endilgarle al tema de los mecanismos del pago de la deuda
externa, está en franco cuestionamiento, no admite la menor duda.
Enhorabuena, por quienes desde hace tiempo y a través de diversos
medios hemos venido planteando, que el principal instrumento de
dominación económica y política que se aplica a los países pobres de
América Latina, es justamente la inmoral deuda externa; y que en la
medida en que estos pagos no sean renegociados, difícilmente podemos
hablar de salir de la situación de atraso, pobreza y miseria de la
mayoría de nuestra población.
Por eso es importante destacar el carácter histórico que tiene el
"Acta de Copacabana", que acaban de firmar el 16 de marzo en Río de
Janeiro, los presidentes de Brasil, Ignacio Lula Da Silva y su
homólogo argentino, Néstor Kirchner, en la que se asumen importantes
compromisos de cooperación para impulsar un crecimiento con equidad
en sus respectivos países. Y una de las principales estrategias que
se han planteado es la renegociación conjunta de la deuda externa de
ambos países ante el Fondo Monetario Internacional, FMI.
Este acuerdo entre las dos principales economías de América del
Sur, tuvo como principal antecedente, la Reunión del Grupo de los 15
(G-15), que se realizó a fines de febrero en Caracas; foro que
agrupa en realidad a 19 países –entre ellos el Perú- y cuyo objetivo
es promover la cooperación entre países en vías de desarrollo del
Hemisferio Sur. Allí se planificó la reunión cumbre entre Lula y
Kirchner que ha concluido con la firma de la mencionada Acta, cuyas
propuestas concretas deberán ser presentadas dentro de dos meses.
Como lo hemos señalado líneas arriba, el "Acta de Copacabana"
constituye un hito histórico en el replanteamiento de las reglas de
juego y de tratamiento de las finanzas mundiales y de las relaciones
con el FMI y otros organismos financieros multilaterales, a los que
se desde hace buen tiempo se les viene cuestionando la viabilidad de
sus recetas para los países del tercer mundo; y sobre todo, el
carácter leonino y depredador que para nuestras economías tiene el
pago de la deuda externa.
Es trascendente también, porque es la primera vez que de manera
oficial, dos mandatarios latinoamericanos, pasan de las
declaraciones a la acción concreta, en términos de replantear los
pagos de la deuda externa; poniendo con ello fin a una larga
tradición obsecuente de muchos gobernantes que siempre se sometieron
a los mandatos del FMI y que casi le otorgaron categoría de tabú al
tema de la deuda externa.
La realidad por la que atraviesa la economía de países como Brasil,
Argentina y otros de América Latina, muchos de cuyos mandatarios han
sido aplicados operadores de las políticas fondomonetaristas y
neoliberales, termina imponiéndose al fundamentalismo económico que
rige estos organismos financieros multilaterales. Nuestros países no
aguantan por más tiempo un ritmo descomunal de crecimiento de una
deuda a la que destinan entre el 25 y 30 por ciento de sus
presupuestos, postergando demandas esenciales en materia de salud,
cultura, educación, entre otras, que nos lleven por el camino de una
sociedad de bienestar.
Las repercusiones de este acuerdo ya empiezan a sentirse, sobre
todo en los demás países del MERCOSUR, entre ellos Uruguay. El
candidato presidencial y probable ganador de las futuras elecciones
del país oriental, Tabaré Vázquez, acaba de anunciar que buscará
negociar junto con Brasil y Argentina las nuevas condiciones de su
deuda externa frente a sus acreedores internacionales. Este es un
claro ejemplo, de cómo países pequeños, se pueden beneficiar
sumándose a las nuevas estrategias que permitan lograr acuerdos en
bloque, es decir desde una mejor posición.
En Argentina, las reacciones han sido favorables y han apoyado esta
iniciativa, tal como lo ha señalado el canciller Rafael Bielsa,
quien ha sido enfático al señalar que no hay forma de honrar una
deuda si su país no crece; y para crecer, remarca, no se puede
destinar el superávit que vienen logrando en materia fiscal, a pagar
la deuda porque de esa manera se neutraliza el proceso de
crecimiento en el que están empeñados.
De otro lado, ya están surgiendo propuestas para impulsar una
especie de Club de Deudores. En efecto, si los países acreedores
cuentan con el Club de París, desde el que coordinan y plantean
condiciones, lo más lógico es que los países en vías de desarrollo,
opten también por este tipo de estrategias, que además desde hace
muchos años debieron diseñarse, de no haber sido, reiteramos, por la
presencia de gobernantes obsecuentes y sumisos ante el FMI.
¿Será capaz el gobierno peruano de sumarse a una iniciativa como la
que plantea el Acta de Copacabana o preferirá seguir manteniendo
cuestionables argumentos como el "de buen pagador", que no sólo
postergan nuestro desarrollo sino que hacen crecer desmesuradamente
la deuda externa?. Y otros gobiernos de la región Andina, como
Ecuador y Colombia, por mencionar algunos, ¿dejarán de lado su
docilidad y entenderán que se abre una vía más soberana?
En todo caso, creo que nos encontramos también ante una importante
oportunidad para que la gran mayoría de las organizaciones sociales,
gremiales, sindicales y políticas, que siempre hemos venido
exigiendo nuevos términos de renegociación de la deuda, reimpulsemos
la lucha frente a la deuda externa. El camino lo vienen marcando los
gobiernos hermanos de Brasil y Argentina, y debemos ayudar a
cimentarlo. Hay que continuar desterrando los fundamentalismos
económicos y políticos con que, reitero, los gurús del
neoliberalismo han pretendido investir al tema de la deuda externa.