Minería Metálica en El Salvador

Luis González / UNES - El Salvador
2014-04-28 23:00:00

 

Cuando se habla de minería generalmente se suele pensar en grandes perforaciones en el suelo, en movimientos de grandes maquinarias como tractores y camiones de volteo, pero pocas veces se vincula la palabra a la extracción de arena y material pétreo de un río o al sacar grandes cantidades de biodiversidad de un territorio, es importante acotar en esto porque con la palabra minería, se puede definir una gran gama de actividades humanas que tienen graves impactos en el ambiente y en la salud de las personas.

 

Para el caso, la minería que se hace de recursos minerales la cual es la que más fácilmente se le vincula a la palabra minería.

 

La minería se puede subdividir en 2 grandes clasificaciones: la minería a cielo abierto y la minería subterránea y a su vez en minería metálica y minería no metálica, todas estas posibles formas de explotar la tierra y sus bienes naturales tienen graves impactos en el ambiente pero los mismos pueden ser peores partiendo de la combinación de este tipo de industria con territorios vulnerables y ecosistemas degradados.

 

Para el caso en El Salvador, los indicadores ambientales están mal.  Para mencionar algunos, en el año 2010, la UNDAC nos clasificó como el país más vulnerable de la tierra con un 89% del territorio como vulnerable, lo que ponía al 95% de la población en riesgo de desastre y para el 2012 estuvimos en cuarto lugar de riesgo climático, somos el segundo país más deforestado a nivel continental, y el país con menos acceso al agua en la región Centroamericana.

 

A esto se le pueden sumar indicadores como los de calidad de agua presentados por el MARN en el 2011, donde se indica que el 95% de los ríos a nivel nacional presentan contaminación y el 90% del agua superficial del país no se pueden potabilizar por métodos convencionales.

 

Estando así los indicadores, se sigue planteando la posibilidad de incentivar la minería metálica a nivel nacional, y el planteamiento sería algo como: en un país con poco y muy contaminada agua y con una gran fragilidad ambiental, vendríamos a colocar una industria que es la más contaminante creada por el hombre, que utiliza grandes cantidades de agua, las regresa al ecosistema muy contaminadas, además de destruir la biodiversidad.

 

Esto no es muy lógico pero es así, y de ahí que organizaciones y comunidades organizadas han dicho, NO, a la minería metálica desde hace ya más de 10 años en una fuerte lucha por la prohibición de esta actividad a nivel nacional.

 

El mayor sustento de esta lucha es el fundamento técnico que indica que este tipo de actividad en El Salvador es inviable, primero por su alto consumo de agua: según estudios de Unidad Ecológica Salvadoreña (UNES), cada proyecto minero, de veinticinco que tienen permiso de exploración actualmente, utilizaría 900,000 litros de agua diario, lo que sería un poco más de 10 litros por segundo, en un país donde familias campesinas y colonias urbanas no tienen agua para el consumo humano doméstico.

 

Segundo, por su alto grado de contaminación al ambiente en un país en que la contaminación ha llegado a limites alarmantes y es que para la minería metálica de oro en El Salvador, el único método económicamente viable para su procesamiento es la lixiviación, el cual es un proceso físico-químico por medio del cual se trituran grandes cantidades de roca que se tratan con agua mezclada con cianuro, un químico muy muy toxico, a tal grado que dos gramos de cianuro son suficientes para matar a un ser humano adulto; esta agua se vierte en la roca con partículas de oro y el cianuro separa el oro de la roca, pero en este proceso se contamina el agua, la roca, el aire y la biodiversidad circundante, tanto con el cianuro como con otros metales pesados resultantes del proceso de lixiviación.  A este líquido resultante de agua y metales pesados, frutos de la minería, se le conoce como drenaje acido.

 

Con la minería todo es perdida y los peores impactos se dan una vez que la mina se va, después de su periodo de explotación que en promedio es de 6 a 10 años, y con esto queda agua contaminada no apta para el consumo humano, suelos envenenados y acidificados no aptos para el cultivo, perdida de la biodiversidad y salud y de los medios de vida de las comunidades.

 

Es decir que alguien que se dedicaba a la agricultura ya no podrá hacerlo pues el suelo queda muy contaminado, alguien que se dedicaba a la ganadería y utilizaba el agua de los ríos tendrá graves pérdidas, comunidades enteras que durante generaciones han visto su vida vinculada a la madre tierra perderán su forma de vida.

 

Ante esta realidad es que la lucha a nivel nacional se orienta a la prohibición de la minería metálica y esto mediante una propuesta de ley de prohibición que fue presentada a la asamblea legislativa en el año 2006, y hasta el momento no se ha discutido por la comisión de ambiente y cambio climático.

 

Actualmente la lucha contra la minería tienen nuevas variables que complejizan la amenaza, como las demandas interpuestas ante tribunales arbitrales adscritos al banco mundial como el CIADI por las empresas mineras, que reclaman que el estado no les permite realizar la explotación de oro a nivel nacional; la amenaza de la minería transfronteriza que se cierne en la cuenca compartida del río lempa en Guatemala con 8 proyectos con permiso de exploración minera y en Honduras con 40 proyectos con permiso de exploración, siendo el más avanzado el proyecto de mina cerro blanco en Asunción Mita, en Guatemala, resultando así que si dicho proyecto entrara en funcionamiento se contaminará toda la cuenca alta del río lempa afectando directamente a El Salvador y nuestros medios de vida.

 

Por lo que la lucha continúa por parte de las comunidades y organizaciones aglutinadas en espacios como la mesa nacional frente a la minería metálica, hasta conseguir la meta de la prohibición de la minería a nivel nacional.

 

Foto: Alfredo Carias.