La estrategia es la de promover la convergencia

2002-06-13 00:00:00

Mis buenos amigos y compañeros: Carlos Gallisá y Juan Santiago
Nieves han ofrecido, en reciente entrevista con El Nuevo Día , una visión
pesimista de la lucha de la independencia. Ese pesimismo se funda en una
premisa equivocada, aunque reconozco, en primer lugar, que sus
señalamientos son hechos con el mejor propósito y que sus conclusiones son
compartidas por muchos puertorriqueños patriotas, como ellos.

Esa premisa equivocada es resultado, ciertamente, de la dispersión
organizativa que ha sufrido el independentismo. Muchos, ante la realidad
de esa dispersión, han optado por mantenerse al margen de las
organizaciones. Ese es el caso de Gallisá y de Juan Santiago. No quiero
decir con esto que no estén haciendo trabajo patriótico. Me consta que
ellos realizan trabajo independentista de múltiples formas. Pero se les
estrecha la perspectiva al mantenerse al margen de los esfuerzos
organizativos que, aunque dispersos, han producido muchos avances en
aspectos importantes de nuestro forcejeo libertador.

Decir que se ha estancado la ruta estratégica del independentismo y que se ha tornado obsoleto el discurso independentista, es un error muy
grave.

La estrategia se ha ido configurando, con giros dramáticos que son
resultado de nuevas situaciones, en sus aspectos fundamentales. El resumen
principal de ese cambio en estrategia es que en vez de promover la
confrontación constante entre los diversos sectores políticos en que se
divide nuestro pueblo, hemos estado -por años- promoviendo la convergencia
de todos los sectores que coincidan en la afirmación de la nacionalidad y
el reclamo de soberanía. Esa convergencia ha empezado a fructificar,
victoriosamente en tres áreas fundamentales de acción:

Primero, el reclamo de paz para Vieques que ha juntado las fuerzas
más diversas del país en una campaña de afirmación nacional y reclamo de
poder sin precedentes en nuestra historia,

Segundo, el progreso acelerado que va marcando la ruta de la
convocatoria a una asamblea soberana del pueblo puertorriqueño, como
primer paso hacia un proceso verdaderamente descolonizador.

Y tercero, los esfuerzos para vincular el porvenir de Puerto Rico a
su contorno caribeño, como es el reclamo que ha hecho el actual gobierno
de ingresar a Puerto Rico a la Organización de Países del Caribe. Esa es
la traducción, en el mundo aceleradamente regionalizado y globalizado del
siglo XXI, de la idea de confederación antillana de nuestros próceres
decimonónicos.

Esos tres procesos, palpables y evidentes, son resultado directo del
trabajo consecuente y en muchos casos sacrificial, del movimiento
independentista en todas sus vertientes. Desconocer ese hecho lleva a
equívocos como los señalados en la interpretación de nuestra realidad.

Tampoco es justo promover la liquidación de las organizaciones
existentes del independentismo, incluyendo el Partido Independentista
Puertorriqueño. Podrán tenerse concepciones ideológicas y organizativas
distintas y hasta contradictorias con algunas de las organizaciones
existentes. Pero jamás un independentista debe prestarse a promover la
liquidación de una de nuestras organizaciones. Recuérdese que en todos los
procesos políticos, destruir es mucho más fácil que construir, y también
es nefasta toda destrucción si no va seguida, automáticamente, de una
construcción superior.

Confío que estas discrepancias fraternales entre los queridos
compañeros mencionados y el suscribiente no obstaculicen nuestra
colaboración recíproca en los afanes comunes que todos realizamos por
avanzar hacia la independencia y la liberación completa de nuestro
pueblo.