México: Proclama por el Rescate de la Nación

2013-09-02 17:00:00

Hace más de 500 años inició la larga noche del colonialismo. Desde esos tiempos la vida de las mayorías ha sido una permanente pesadilla. Pisamos una tierra que siendo propia, nos es ajena. Convertida en espacio de conquista y depredación, los bienes naturales contenidos por la madre tierra y los frutos del trabajo de comunidades y trabajadores se convirtieron en maldición, en poder opresor en manos de terratenientes, de capitalistas y de potencias extranjeras; en poder opresor usado a capricho por los altos dignatarios estatales y eclesiásticos.

 

Todo fue arrasado y saqueado. Quebrada la memoria y reducidos nuestros pueblos a servidumbre y coloniaje, cundió la división y aún el desprecio entre hermanos; el racismo se enseñoreó entre nosotros. El odio a nuestra raíz indígena se convirtió en costumbre. Para que los colonialistas reinaran fuimos desmembrados y confrontados entre sí; pueblos originarios y clases trabajadoras, indígenas e indígenas mestizos.

 

De tiempo en tiempo, sin embargo, la pesadilla se veía interrumpida por las resistencias contra el olvido y los opresores. A veces irrumpían en grandes marejadas, en rebeliones de pueblos originarios y en motines de indígenas mestizos en las ciudades. Decenas de años más tuvieron que transcurrir para que comunidades y clases trabajadoras fueran construyendo y reconstruyendo sus identidades, hasta brotar en revueltas y guerras por la independencia y la autonomía con Hidalgo, Morelos, Guerrero y tantos otros, Con sus luchas y pensamientos se abrió el nuevo ciclo de las resistencias populares por la democracia desde el pueblo, la justicia social, la comunidad, la soberanía nacional, el socialismo y la libertad.   

 

Con una independencia inconclusa frente al imperio español se cerró el primer tiempo del colonialismo, que duró 300 años. A los pocos años arrancaría otro, el segundo tiempo de neocolonialismo capitalista, europeo y estadounidense, que dura hasta nuestros días.

 

 1847 marcó el cierre de un primer proceso de despojó que nos arrebató el 55 por ciento del territorio nacional a manos de los Estados Unidos. Anexión violenta, justificada en nombre del “Destino Manifiesto” trazado por su dios colonialista y de la “Doctrina Monroe”, “América para los americanos”, enarbolada por el gobierno y la burguesía estadounidense. Pero también, fue la primera piedra de un plan para desmantelar la parte no invadida del territorio nacional.

 

Debido a la resistencia del pueblo mexicano y por azares de las contradicciones entre las potencias imperialistas, el plan para ocupar y cercenar una porción importante del norte del país y de controlar el Istmo de Tehuantepec con miras a extender su influencia comercial al lejano oriente, no pudo concretarse. Derrotada la intervención francesa por los ejércitos encabezados por Benito Juárez y extenuado el imperio del norte a causa de la guerra civil que padeció, tuvo que aplazar sus planes. La revolución de 1910- 17, con todo y la derrota de Magón, Villa y Zapata, también fue un estorbo, en especial la actuación de Lázaro Cárdenas, que al nacionalizar el petróleo, sentó las bases de un proceso de nacionalizaciones y de fortalecimiento del estado nacional, en un contexto marcado por la segunda guerra y sus consecuencias. Se fortaleció el estado mexicano que, a pesar de su carácter burgués y tendencialmente antipopular y entreguista, limitaba el margen de maniobra de los intereses estadounidenses y de las empresas extranjeras.

 

Hoy, los gobiernos de la traición nacional, en el marco del capitalismo neoliberal y de los tratados anexionistas: TLC, Plan Mérida y el Acuerdo para la Prosperidad y la Seguridad de América del Norte, están a punto de concluir el proyecto de desmantelamiento de México, trazado a mediados del siglo XIX. La privatización del sector energético junto a las nuevas contrarreformas estructurales propuesta por Enrique Peña Nieto a nombre del PRI, PAN y demás grupos partidarios neoconservadores, suscriptores del “Pacto Por México”, coronaría sus anhelos.

 

Estamos frente a una nueva invasión, en la última etapa del plan estadounidense para destruir a nuestro país; ante una situación similar a la de 1847. La Casa Blanca en alianza con la oligarquía mexicana y la clase política vendepatria construyeron las condiciones para el desmantelamiento del México y su ocupación política, económica, cultural y militar. Fabricaron el llamado “estado fallido”. Administraron y construyeron el caos y el miedo; promovieron y regentearon a la delincuencia organizada en contubernio con Washington, favoreciendo la intervención de sus agencias terroristas: CIA, DEA, FBI, ASN y de su ejército.

 

Hoy está concesionado un tercio del territorio nacional; se lo han repartido entre empresas trasnacionales, criollas y extranjeras, a través de licencias para la explotación minera, el uso de carreteras, ferrocarriles, puertos, telecomunicaciones, playas y fuentes de agua, entre otras. Desmantelaron la industria nacional, el comercio, la banca y los servicios financieros. La catástrofe humanitaria hunde a los mexicanos y mexicanas en la enfermedad; víctimas del terror de estado, empobrecidos, expulsados de sus tierras, sin futuro para sus jóvenes, quienes sólo gozan del orgullo de ser la mano de obra más barata del mundo; como gusta repetir Peña Nieto.

 

Estamos en un momento álgido de la pesadilla, las posibilidades de despertar son muchas; el rumor, el ruido y a veces la algarabía de nuestros pasos retumba en la conciencia nacional. Indígenas, maestros, electricistas, mineros, pueblos originarios, mujeres, jóvenes, ciudadanos y ciudadanos libres han dado prueba de rebeldía, de no resignarse. A tal grado han luchado que sólo los golpes de estado “técnicos” y la violación y perversión sistemática del orden constitucional han impedido que los neoliberales y vende patrias se vayan del gobierno.

 

Hermanos y Hermanas, el petróleo es parte de nuestra sangre, de nuestro futuro, en esta lucha se va la vida de nuestro pueblo, de nuestra nación; la que, a pesar de 500 años de injusticias, florece más allá de la frontera impuesta por los ocupantes de nuestros territorios. Hermanos y Hermanas la liberación esta próxima ¡despertemos!, es hora de ¡que se vayan neoliberales! los gobiernos de la traición nacional.

 

Vengan todos y todas, porque está vez triunfaremos los más sencillos, los que creemos en el decoro, en la ética del servicio y la honradez, en una nueva humanidad.

 

¡Con el Pueblo hasta la victoria!