La reforma agraria no es una cuestión policial
MST Informa Nº 45, Año II, viernes, 08 de agosto de 2003
Ni un problema económico ni una cuestión policial: la Reforma
Agraria es en Brasil un problema eminentemente social, fruto
de la pobreza y del desempleo. Una economía que se vuelve
incapaz de generar los empleos necesarios en la industria y
en los servicios acaba retrocediendo al estadio primitivo en
el que las personas buscan en la agricultura de subsistencia
los empleos que no consiguen encontrar en los sectores más
avanzados.
Es esa la explicación del éxodo rural a la inversa de que
Brasil es, según me consta, el único ejemplo contemporáneo.
Los que desean volver al campo son, primero, los bóias-frias
(1) de las favelas del interior, agricultores recién
expulsados de las haciendas.
Una de las peculiaridades y de las virtudes del MST es que se
ocupa no sólo de los labradores, su principal base, sino de
los pobres en general, de los marginalizados y excluidos, de
los que perdieron toda esperanza y por quien nadie se
interesa.
Lejos del país, no tengo contacto personal con ese
movimiento, pero sé, por testimonios de personas que me son
próximas, de la importancia que el MST atribuye a la
organización de los abandonados, de su formación sistemática,
por medio de iniciativas de instrucción y educación. Por lo
que leo en los periódicos, el MST acoge en los campamentos
incluso a personas de ciudad, siempre que tengan renta baja -
y esa característica, insisto, es uno de sus méritos.
Antes de censurarlo por eso, tenemos que preguntarnos: qué
hacen los gobiernos u otras instituciones por la masa de los
excluidos, de los que algunos llaman "inempleables", sin
medir lo que existe de derrotismo inaceptable en la
expresión?
Los raros programas disponibles, incluso los anunciados y en
preparación, no pasan en general de paliativos, pues merece
ese nombre todo aquello que no se propone crear trabajo
productivo y remunerado. El paliativo puede ser necesario en
una emergencia.
No resuelve, todavía, el problema generado por la política
macroeconómica que, hace más de 20 años, condena a la
sociedad a un mediocre estancamiento, entrecortada por
episodios fugaces de débil crecimiento, lento, incapaz de
absorber la desocupación preexistente o por recaídas
frecuentes en crisis financieras acompañadas por recesiones,
que dejan el desempleo en un nivel siempre más elevado. La
mejor política social se confunde con una macroeconomía
saludable, generadora de empleos productivos y de elevación
del bienestar general.
Mientras la esperamos, continuaremos asistiendo a
espectáculos chocantes como el de las multitudes que se dan
codazos y se humillan por el espejismo de un empleo de
basurero o de portero de escuela, de las masas de vendedores
ambulantes, de biscateiros (2), de conductores de transportes
ilegales, que invaden las calles, intentando sobrevivir en la
selva de la informalidad.
Contra ellos, nada puede la represión policial, impotente
también para evitar que niños audaces de 14 años sean
asesinados en la insensible guerra de las cuadrillas de
drogas, el equivalente brasileño a las guerrillas de niños en
Liberia o el Congo.
Son, cada una de ellas, manifestaciones diferentes del mismo
fenómeno: el desarrollo truncado, el desempleo masivo, la
desintegración de la solidaridad de grupo en una sociedad en
descomposición. De todas esas expresiones, la única que no es
mórbida es el sueño de un pedazo de tierra, de "tres
alqueires (equivalen a 7,5 hectáreas o 75.000 metros
cuadrados) y una vaca", el mito de sobrevivir con dignidad de
la agricultura. Si eso ocurre en Brasil y no en otras partes,
es porque aquí existe el MST, que intenta canalizar ese
torrente, o una parte de él, en una dirección saludable,
aunque pueda tal vez revelarse ilusoria si el resto de la
economía no vuelve a crecer, desembocando entonces en un
callejón sin salida.
No hay que olvidar, sin embargo, que la búsqueda de la tierra
es la búsqueda de una oportunidad de trabajo, de acceso a un
medio de producción.
Nada de lo que escribo debe servir para justificar
declaraciones incendiarias o la violencia sin provocación e
irresponsable. Los que piensan resolver el problema por la
mera aplicación, sin conciencia social, de una ley que es
muchas veces la expresión del "desorden establecido" ganarían
leyendo, en la pequeña obra prima de E.H.Carr "Vinte Anos de
Crise" ("Veinte Años de Crisis" en la editorial UnB), el sub-
capítulo: "De la inaplicabilidad del procedimiento judicial a
los litigios políticos". La razón de esa inaplicabilidad es
que, en este caso, se trata de "demandas de modificación de
los derechos existentes", que sólo pueden ser resueltos
mediante un proceso político. Este último siempre bloqueó en
Brasil el cambio ordenado, conforme se vio en la Constituinte
(3), más retrógrada en la cuestión agraria de lo que fue el
Estatuto da Terra de Castello Branco. Es por eso que llegamos
a esta situación explosiva. Salir de ella exigirá cabeza
fría, equilibrio y voluntad de cambio por parte de todos los
implicados. No necesitamos nuevos mártires. De hecho, dos de
los mayores mártires del siglo XX, Gandhi y Martin Luther
King, murieron porque exaltaron, con el ejemplo, la
desobediencia civil, no violenta, contra leyes injustas y una
situación social intolerable.
* Rubens Ricupero es secretario general de la UNCTAD
(Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y
Desarrollo). Artículo publicado en el periódico Folha de São
Paulo, 3 de agosto de 2003.
** Notas de la traducción:
(1) bóias-frias: temporeros que van diariamente al trabajo y
vuelven a sus casas y en el trabajo comen la comida fría o
como dicen ellos 'bóia-fria'.
(2) biscateiros: trabajador eventual, que hacen trabajos
eventuales, de lo que surja, esporádico.
(3) Constituinte: se trata de la última asamblea
constituyente y el proceso de redacción de la constitución, o
sea, la que elaboró la última constitución brasileña, la de
1988.